¿Desde cuándo y por qué decimos "Pascua" a la Navidad?
La Pascua de Navidad mencionada como tal en el manuscrito original de la “Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de Chile”, de Jerónimo de Alderete, obra de 1558.
Aunque muchas veces haya causado controversias y algunas críticas rayanas en un tremendismo absurdo, el nombre que se da en Chile a la Navidad, a la que muchas veces se prefiere llamar Pascua (o Pascuas) como sinónimo de aquella, no tiene alcances de error. Es más: procede de legítimos usos españoles que fueron adoptados tempranamente en el país, sobreviviendo casi como lo haría un arcaísmo.
Si bien el triunfo unificador de comunicación para masas y la enorme inmigración
hispanoparlante recibida por Chile en tiempos recientes han hecho perder reinado
al término Pascua entre generaciones más jóvenes como sinónimo de Navidad, la
etimología ha dejado marcas a fuego que será difícil reemplazar. Sirvan de ejemplos evidentes los casos de la cena de
Pascua, pan de Pascua, árbol de Pascua, Viejito Pascuero,
etc. Incluso con los retrocesos que pueda o no experimentar el concepto y su empleo a nivel popular, entonces, queda un enorme registro y memoria generacional del mismo, algo será difícil de arrancar en la comprensión general.
En efecto, se indicaba antaño a la Pascua de Navidad o de Natividad como el período de la Nochebuena y la fiesta del nacimiento de Cristo, incluso hasta la Pascua de los Negros o Reyes Magos. Era algo así como la contraparte a la Pascua de Resurrección y la Semana Santa (Pascua de Flores, Florida o del Espíritu Santo). Como es sabido, este nombre proviene del hebreo Pésaj (“pasar”, “saltar”), mismo de la fiesta llamada Pascua Judía o Passover que celebra la liberación de los israelitas del yugo egipcio y guiados por Moisés, en el siglo XIII a.C. En el calendario hebreo esta fiesta se realiza por siete días a partir de la víspera del 15 en el mes de Nisán y se ajusta también al inicio de la primavera del hemisferio norte, por lo que forma parte de las celebraciones del período también propias de pueblos celtas y nórdicos.
La tradición de los evangelios señala que la Última Cena de Jesús y los Apóstoles tuvo lugar también en el día 14 del mes de Nisán, es decir, en la víspera del Pésaj que los judíos conmemoran hasta hoy con un banquete familiar dando inicio a su fiesta. El nombre de la celebración se latinizó a pascae o pascha en Roma, y desde allí a pascua, pasando a ser así la Pascua de Resurrección. En el calendario gregoriano, entonces, tanto el Pésaj o Pascua del Cordero como la Semana Santa de los cristianos coinciden con marzo o abril, período del mes de Nisán. Hay información interesante al respecto en trabajos como la obra titulada “Ya está el listo que todo lo sabe de la Navidad”, del español Alfred López.
En contraste o antípoda, durante el Medioevo se tomó a la Pascua de Navidad como contraparte a la de Resurrección, en un período que parte en la Nochebuena del 24 al 25 y culmina con la Epifanía de los Reyes Magos del 6 de enero. Entre la fiesta queda ubicado el Año Nuevo del calendario solar, lo que para muchos se interpreta como otra demostración de las raíces paganas y ancestrales de la fiesta navideña, particularmente con las celebraciones romanas de las saturnales del calendario juliano (25 de diciembre) y el Sol Invictus, aparentemente posterior. La Pascua del Espíritu Santo, en cambio, corresponde la fiesta del Pentecostés, que se celebra en un período que puede caer entre el 10 de mayo y el 13 de junio de cada año.
En la Península Ibérica fue una costumbre identificar las Navidades como otra de las Pascuas, así llamadas especialmente entre andaluces de Sevilla y Granada y también entre comunidades catalanas. Dicho sea de paso, debe recordarse la importancia que, dentro de toda la influencia hispánica histórica sobre Chile, tuvieron los catalanes en el país hasta tiempos relativamente recientes. Aquella costumbre había llegado a Chile con los primeros españoles, de hecho, tanto así que el propio conquistador Pedro de Valdivia escribía en carta desde Santiago a sus apoderados en la Corte, el 15 de octubre de 1550:
Informar asimismo cómo llegué a Arequipa por Pascua de Navidad, y me dio una dolencia de los trabajos e cansancios del camino, que llegué al último de la vida. Fue Dios servido de darme salud en ocho o diez días; y no del todo convalecido, caminé para el puerto de Arica, donde hallé mi galeón e al capitán Jerónimo de Alderete e alguna gente de pie que iba en mi demanda y me esperaba allí…
Don Pedro de Valdivia: "...cómo llegué a Arequipa por Pascua de Navidad, y me dio una dolencia de los trabajos e cansancios del camino...". Cuadro obsequiado por la Reina Isabel II de España, en 1854, a la Municipalidad de Santiago. Autor: F. L. Mandiola.
Pedro de Valdivia, Francisco de Villagra y Jerónimo de
Alderete, en base al grabado publicado por Alonso de Ovalle en 1646. Desde tiempos de la Conquista se ha considerado en Chile a la Navidad como otra Pascua.
Tarjetas españolas gremiales para la Pascua de Navidad, de tiempos victorianos. Imágenes publicadas por el investigador y cronista barcelonés Alfred López, en el sitio 20 Minutos.
El cronista Jerónimo de Vivar, unos años después, hablaba indistintamente en su crónica de la Natividad de Cristo Nuestro Señor y de la Pascua de Navidad, refiriéndose a la misma y exacta fiesta. En su “Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de Chile”, obra elaborada a mediados del siglo XVI, podemos leer lo siguiente, por ejemplo, al referirse a la indicada salida de Valdivia hacia tierras al sur del continente:
Cumpliendo el gobernador su mandato, se partió con diez compañeros y allegó a la villa de Arequipa víspera de la Pascua de Navidad donde estuvo descansando la Pascua para seguir su jornada con la gente que se allegó.
Como se ve, el uso de Pascua para señalar directamente a la Navidad aparece validado ya entonces por Vivar, quien escribió de tales aventuras en Chile estando entre 1550 y 1558, en plena Conquista. El cronista repite varias veces este mismo concepto en su trabajo, de hecho. Similar denominación dará a la fiesta don Pedro Mariño de Lobera en su “Crónica del Reino de Chile”, escrita hacia 1595, cuando aborda el capítulo de la fundación de Valdivia:
Aquí estuvo nuestro campo la Pascua de Navidad, con ser en esta tierra tiempo caluroso, cuanto es frío en España; con todo eso, fue tanta la fuerza de las aguas y tempestades que había, que no pudo nuestra gente salir de allí hasta sentar algo el tiempo.
La misma indicación sobre la Pascua de Navidad la encontraremos en otras crónicas coloniales como las de Alonso de Góngora Marmolejo, tituladas “Historia de Chile desde su descubrimiento hasta el año 1575”:
Después de informado que a la entrada de la mar era mucho mayor, porque entraban en él otros ríos grandes y porque sobrevinieron algunos temporales de muchas aguas, se detuvo la Pascua de Navidad en su ribera, y desde allí envió Alderete con treinta soldados que viese la disposición de la tierra, el río abajo.
La Pascua de Navidad o de Natividad aparece mencionada como tal, además, en la
carta de Lorenzo Bernal de Mercado al Virrey del Perú, del 15 de abril de 1580,
refiriéndose a la guerra en Chile; y en la “Historia general del reino de Chile.
Flandes Indiano” del jesuita Diego de Rosales, escrito en 1674. Este uso se
extenderá otros dos siglos y aún más, siendo posible encontrar la indicación de
Pascua de Navidad en documentos eclesiásticos e incluso
legislativos chilenos del siglo XIX y principios del XX. Con el correr del
tiempo, entonces, acabarían llamando a la fiesta Pascua a secas, de alguna forma
sin producir confusiones con la de Resurrección. Más aún, es esta última la que suele mencionarse con apellido: Pascua de Resurrección, mientras que la Navidad tuvo por largo tiempo y todavía en parte el privilegio de ser comprendida como la Pascua, a secas.
Cabe señalar que, todavía a inicios del siglo XX, era tradición en ciudades
españolas como Barcelona el repartir postales gremiales y a color con imágenes
de influencia art nouveau y art and crafts retratando diferentes
oficios (carboneros, basureros, panaderos, vigilantes, modistas, carteros, etc.)
con el saludo “Felicita a Vd. las Pascuas de Navidad”, piezas hoy apetecidas por
coleccionistas. El mismo nombre se ha dado a la fiesta en Islas Canarias,
Asturias y otras regiones. Ha de tratarse, por supuesto, de otros vestigios del mismo uso nominal y conceptual que se tenía culturalmente en la Península y que se heredó también a Chile.
"Visita al pesebre", ilustración de la "Lira Popular", a fines del siglo XIX. Fuente: "Aunque no soy literaria : Rosa Araneda en la poesía popular del siglo XIX" de Micaela Navarrete.
Sátira política de la revista "Sucesos" en la Navidad de 1902. El árbol navideño parece ser una araucaria, o algo parecido, apareciendo señalado como "Árbol de Pascua".
Aviso publicitario del Bazar Alemán Hermanos de Krauss Hnos. en Santiago, para la Navidad de 1905 en "El Mercurio". Es una de las primeras apariciones del Santa Claus en versión chilena o "Viejito Pascuero", como fue llamado por su relación con la Pascua de Navidad.
Aviso navideño deseando una "Feliz Pascua" de 1930 del Negro Bueno, el café Olimpia y La Isleña, por entonces tres famosos establecimientos del centro de Santiago. Como lo señala su publicidad, sus panes de pascua tuvieron gran demanda y prestigio en aquellos años.
La Real Academia Española (RAE), en tanto, continúa reconociendo aquella sinonimia, pues la costumbre permaneció largo tiempo más en el uso hispano. Nada de raro, considerando que el uso de la Pascua como afín a Navidad permaneció tan extendido en la sociedad española que incluso encontramos una película de 1954 titulada "Felices Pascuas", dirigida por Juan Antonio Bardem y ambientada precisamente en un contexto navideño. De acuerdo a aquella versión de la RAE, entonces, la etimología de la Pascua provendría del latín pascuum, que significa “lugar de pastos” aludiendo a la terminación del ayuno de la fiesta judía del mes de Nisán. Sin embargo, además de las definiciones que se relacionan con la Pascua de Resurrección, su diccionario oficial ofrece otras dos relativas a la Navidad:
-
Cada una de las solemnidades del nacimiento de Cristo, del reconocimiento y adoración de los Reyes Magos y de la venida del Espíritu Santo sobre el Colegio Apostólico.
-
Tiempo desde la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo hasta el día de Reyes inclusive.
El profesor Mario Ferreccio Podestá, filólogo y filósofo romanista, publicó un interesante texto en el diario “La Nación” del domingo 24 de diciembre de 1967, titulado “Felices Pascuas” y en donde discurre sobre las mismas y exactas materias que hemos comentado acá. Explica allí que “frente a la llaneza de nuestras Pascuas”, hablar en Chile de la Navidad y más aún de la Natividad “es una expresión abiertamente rebuscada”, agregando para la reflexión la siguiente síntesis para explicar las tradiciones. Aunque pueda resultar algo redundante con lo ya expuesto, no queremos dejar que pase su parte central, pues es una verificación de que el asunto nominal era algo conocido y comentado en Chile:
En realidad, la Pascua originaria y que puede justificar su nombre es la Pascua de los judíos, cuya celebración inicia el 14 de Nisán o Abib (por el mes de abril), en memoria de la salida de Egipto del pueblo hebrero y su paso milagroso por el Mar Rojo (“Estarás atento al mes de Abib para celebrar en él la Pascua del Señor tu Dios, porque en este mes el Señor te sacó de Egipto”, Deut. 16:1; “En el mes primero, día catorce del mes, al atardecer, es la Pascua del Señor”, Lev. 23:5); de allí su nombre, del hebrero pesach, pesaj, “paso, tránsito”. Es la festividad judía principal y aparece muy reiteradamente en los Libros Sagrados (Ex., 12; Deut., 16:1-8, etc.), con un complemento ritual, hoy simplificado, que incluía la inmolación del cordero pascual.
Ahora bien, los Evangelios convienen en dar la muerte y resurrección de Jesús como acaecidos en tiempo de Pascua (“Cómo era día de preparación, o viernes, y a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz el sábado –y justamente era aquel un sábado muy solemne-, pidieron los judíos a Pilatos que se les quebrasen las piernas a los crucificados y los quitasen de allí”, San Juan, 19:31), de modo que la recordación de la Resurrección de Cristo, festividad central –por su significado teológico- para la fe cristiana, vino a coincidir inicialmente con la Pascua de los judíos, de la cual tomó entonces el nombre, cristianándose con un calificativo específico: Pascua de Resurrección. Con ello, el sentido etimológico “paso, tránsito” se ha perdido definitivamente, si bien la conexión escritural de Jesús con el cordero pascual confiere cierto sentido a la denominación (…) De hecho, Pascua (francés Paques, italiano, catalán Pasqua, portugués Pascoa), sin más, designa en el año litúrgico cristiano la Pascua de Resurrección.
Es por este intermedio –donde nuestra voz termina por asumir el simple valor de “festividad jubilosa”- cómo se llega en español a la formación del nombre compuesto Pascua (o Pascuas) de Navidad y al elíptico Pascua(s) –documentado con este nuevo valor por lo menos desde el siglo XVII- para referirse al aniversario del Nacimiento de Jesús. A los oídos extranjeros tal cosa sonará como una estupenda extravagancia y desbarajuste cronológico; por ello, hay una como intimidad hogareña de estar en el secreto cuando, en días como hoy, deseamos a nuestra gente ¡Felices Pascuas!
A pesar de la vista legitimidad del uso en el lenguaje y del respaldo histórico o de uso descrito, en nuestra época se ha intentado desplazar el concepto de la Pascua por la Navidad en el mismo comercio y publicidad que hicieron su parte en mantenerlo vigente por casi todo el siglo XX y algo también del actual. Incluso el conocido jingle de las multitiendas Falabella, “Pascua Feliz para todos”, ha sido reemplazado desde 2023 con un inocuo “Feliz Navidad para todos”, con la voz y despliegue escénico del cantante puertorriqueño Chayanne. Todo indica que la intención de los publicistas, más que sólo actualizarse en el tono internacional, también podría ser tratar de tocar emocionalmente al abundante público extranjero que se ha asentado en el país durante las últimas décadas, para quienes hablar de la Pascua por Navidad resulta muchas veces incomprensible.
El tiempo dirá cuánto más podrá sobrevivir en la comprensión y uso en Chile del término Pascua para referirse a la Navidad, aunque es claro que la noción de este concepto persistirá en el entendimiento colectivo incluso si dejara de tener empleo práctico. Contrariamente a lo que creen algunos, entonces, nunca se trató de una confusión ni de un error, sino de la particular forma en que los chilenos aprendieron y prefirieron llamar por tantas generaciones a la misma fiesta.
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