Las primeras postales y tarjetas navideñas

Portada e interior de una tarjeta dirigida por Alone (Hernán Díaz Arrieta) a Gabriela Mistral, diciembre de 1956. Fuente imagen: Biblioteca Nacional Digital.

Si bien las postales con saludos de fiestas o aniversarios parecen tener su origen en la Francia del siglo XVIII, la idea importada a Chile fue tomada desde los imprenteros británicos, quienes habían comenzado a producirlas en Londres a partir de 1843 por solicitud de Sir Henry Cole, artista y diseñador de gran influencia también en el rubro industrial. Las postales ilustradas, en tanto, surgen desde una prueba realizada por el pintor W. C. T. Dobson, también inglés, confeccionadas para enviar saludos con gráficas a sus amigos. La idea resultó tan ingeniosa que comenzaron a aparecer series imitándolas poco después, muchas de ellas impresas por sistemas litográficos pero que fueron derivando a mecanismos más modernos. Fue así como se conocieron, trajeron y repitieron en Chile.

No era cosa extraña que tales tarjetas de las primeras camadas de saludos y felicitaciones importados al país tuvieran motivos victorianos e invernales, con diseños cada vez más complejos especialmente desde el advenimiento del modernismo y el movimiento art nouveu. Como era esperable, las tendencias también fueron adoptadas y adaptadas por artistas, editores e imprenteros criollos. Tales gráficas fueron introduciendo de manera impostora, además, tales iconografías en la veraniega navidad chilena, tal vez por primera vez en la historia de la comunicación visual e impresa nacional. Sin embargo, con el correr de los años habían comenzado a prevalecer también los motivos artísticos con contenidos religiosos relativos a la fiesta para el caso de la Navidad, con mensajes de orientación más familiar y otros de sentido infantil.

Hasta entonces, muchos saludos de Navidad y Año Nuevo se hacían también a través de rollos y pergaminos finamente elaborados y cerrados con encintados o sello lacrado, los que se abrían durante la Nochebuena al pie del pino pascuero. Básicamente hablando, tenían el mismo valor de un obsequio y se las consideraba parte de los aguinaldos intercambiados en la fiesta. Las tarjetas y postales, sin embargo, acabarían imponiéndose a las tradiciones y los soportes más clásicos como principal forma de hacer llegar los buenos deseos de los seres queridos durante la fecha, por lo que también creció su producción dentro del país dejando de depender así de las importaciones. Esto abarató mucho sus valores y facilitó el acceso popular a las mismas, por supuesto, además de comenzar a incluir elementos más folclóricos y localistas en sus portadas.

Según la versión aportada por el escritor Julio Arriagada, quien firmaba como Archivero, unas simples tarjetas navideñas de 1871 fueron las primeras de su tipo en Chile. Es lo que expuso en un artículo del diario “El Mercurio” del 29 de diciembre de 1944:

Fue para saludar la Navidad y despedir el año viejo de 1871, que Chile dio vida a la tarjeta postal. Era el primer país de América que lo hacía. La Dirección General de Correos, a cargo entonces del progresista funcionario don Juan Miguel Riesco, explicaba en avisos la innovación traída de Europa y que reportaría grandes ventajas al país. Las que se usaron en saludos de Navidad y Año Nuevo, al finalizar 1872, correspondían a 500.000 impresas en Inglaterra y que llegaron a Valparaíso, con los primeros sobres timbrados, en los vapores Garonne y Aconcagua.

Tales datos reaparecen en un artículo para la revista “En Viaje” (“Viaje en torno a la tarjeta postal”, diciembre de 1949), en donde Oreste Plath aporta más información valiosa sobre las tarjetas de saludos pascueros en Chile. De acuerdo Alfonso Calderón en el “Memorial del Viejo Santiago”, sin embargo, se imprimieron tarjetas de Navidad y Año Nuevo inicialmente con 6.000 ejemplares, pero la demanda fue tal que debieron reimprimir varias otras tiradas. Como sea, desde ese momento, el interés popular por tales piezas se disparó, según leemos en Arriagada:

La venta de tarjetas aumentó en tal forma, que en vísperas de Navidad de 1883, el Correo de Santiago tuvo que abrir una oficina especial. En breves días se vendieron 30.000. Aparte de las ilustradas que ya entraban a competir con el comercio y a dar una nota de alegría al clásico saludo anual.

Tarjetas españolas gremiales para la Pascua de Navidad, de tiempos victorianos. Imágenes publicadas por el investigador y cronista barcelonés Alfred López, en el sitio 20 Minutos.

Tarjetas de Año Nuevo de principios del siglo XX, publicadas en la revista "En Viaje", año 1949.

Tarjeta postal fechada a inicios de 1909, en la revista "En Viaje", año 1949.

Actividad de la Sociedad Italiana de S. M. L'Umanitaria con árbol de Navidad, en diciembre de 1912. Imagen y nota publicadas en la revista "Zig-Zag". Se observan algunos pergaminos en la mesa, probablemente con saludos.

Portada de una tarjeta de Navidad dirigida en 1954 por Carmela Echeñique de Errázuriz a Gabriela Mistral, con una carta manuscrita en sus demás páginas. Fuente imagen: Biblioteca Nacional Digital.

Tarjeta navideña de 1967 impresa en Linares, 1967, con una ilustración folclorizada del artista Pedro Olmos. Fuente imagen: Biblioteca Nacional Digital.

Postal con el Pesebre de Belén producida en Santiago por Correos de Chile, hacia principios del actual siglo.

Volante de saludos navideños de los trabajadores recolectores de basura en la comuna de San Pedro de la Paz, en la provincia de Concepción, año 2017.

Cabe comentar que, aludiendo a la intensidad que había adoptado la demanda de postales o tarjetas y la necesidad de enviar masivamente esta clase de saludos cada fin de año, asegura Plath que surgió por entonces también una especie de libro-manual titulado “Pensamientos para Postales y Versos amorosos”, producido originalmente en España. Esta suerte de guía sirvió a los galanes con menos talento poético para que pudiesen armar frases coherentes y útiles en la conquista de su amada, como si fueran “pensamientos” propios, convirtiéndolos así en saludos y mensajes incorporados a cartas y postales.

Aunque Calderón no pudo localizar aquel curioso libro, sabemos que se imprimió una versión argentina del mismo en 1930, específicamente por la editorial Maucci de Buenos Aires. También nos hemos enterado de la existencia de un apartado titulado “Linda colección de pensamientos y versos para tarjetas postales de los mejores autores”, el que había sido publicado en 1910 y con las mismas funciones en Chile, al final de la obra recopilatoria “Horas de Salón” del profesor y músico Efraín Arévalo L., publicado en Quillota. Un ejemplar de este trabajo se encuentra en el Archivo Central Andrés Bello de la Universidad de Chile.

En otro aspecto de la historia, aunque han existido en el mercado las tarjetas de Navidad y Año Nuevo diferenciadas en sus respectivos mensajes, la proximidad de ambas fiestas acabó fusionándolas en un mismo saludo general desde tiempos tempranos. Plath observó también mensajes frecuentes y repetitivos en ellas, como “Año Nuevo, vida nueva”, “Año Nuevo, Amores Nuevos”, “Felices Pascuas y próspero Año Nuevo”... De ahí proviene también la más tradicional divisa de la temporada, entonces: “Feliz Navidad y próspero Año Nuevo”. Redactada con uno que otro pequeño cambio de palabras, esta fue una de las favoritas de las casas impresoras de antaño, como la alguna vez célebre marca Village fundada en 1972 por los hermanos Gleiser y cerrada en 2005, para muchos la más importante del rubro.

El mejoramiento de los sistemas de impresión, en tanto, había continuado masificando la producción de tarjetas de Navidad y Año Nuevo. Estas se convertirían, de paso, en parte de las relaciones públicas de organismos estatales y el marketing de empresas privadas, así como parte de los gestos de atención hacia su propio personal, los proveedores y las entidades relacionadas. El intercambio de saludos navideños llegará a ser tal que muchas veces se tornaron en parte de la decoración de los pinos o del entorno del pesebre, con los diseños y coloridos más variados imaginables, siempre disponibles en el mercado del mes de diciembre. Y agrega Plath, al respecto:

Ahora, sólo para Navidad, Año Nuevo, la postal tiene movimiento, función en el mundo social; pero tránsito permanente tienen la de ciudades, monumentos, bellezas, naturales, que hace circular el viajero que volea el mundo, sirviendo con esto de efectivo propagandista a favor del turismo internacional.

Es preciso señalar que el formato sencillo de tarjeta fotográfica o ilustrada en una sola cara, como la postal, había ido perdiendo terreno ante el formato díptico (con plisado y doblez central) que permitía más espacio para escribir al interior del mismo e incluso al reverso. Por lo general, aquella doble cara interior era más sencilla que la portada exterior, aunque muchas incluían también diseños complejos y a color. El mismo avance técnico había facilitado después la aparición de tarjetas o postales esteroscópicas (dobles y con ilusión de profundidad) o con otros ejemplos efectos ópticos o de troqueles que se despliegan a abrirlas, especialmente solicitadas durante la moda psicodélica que se apoderó de las artes en los sesenta y setenta.

Aquel desarrollo de las nuevas posibilidades de impresión y presentación gráfica trajo también las románticas y artísticas postales con efectos de 3D en capas plastificadas, y luego las de efecto lenticular de flip o de imagen entrelazada que produce la ilusión de movimiento o de cambio de escena según el ángulo en que se mira la tarjeta. Ambas muy populares hasta los años ochenta, fueron algo así como antecedentes de las actuales holografías y las representaciones gráficas simulando tres dimensiones. Las últimas tarjetas impresas que cobraron popularidad en el mercado de la innovación tecnológica pueden haber sido las que incluían audios, generalmente canciones navideñas o villancicos de sencillo formato sonoro midi, otras con mensajes personalizados, sonidos que se activaban con un dispositivo o sensor al momento abrir la pieza con plisado central.

Sin embargo, la ola virtualizadora traída por las tecnologías computacionales y muy especialmente por la internet, han ido arrojando al olvido todas aquellas antiguas postales y tarjetas con saludos de fin de año que parecían más vanguardistas y novedosas, siendo reemplazadas ahora por las de presentación digital, con animaciones y posibilidades de efectos casi inagotables.

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