Folclore y "chilenización" de los Nacimientos navideños

Un pesebre de estilo rural y tradicional chileno. Fuente imagen: revista "En Viaje", 1967.

Ya vimos cómo llegaron las tradiciones del Nacimiento de Cristo hasta la práctica e iconografía popular y religiosa del Nuevo Mundo, comenzando a experimentar grados de sincretismo y "criollización" en este proceso. Sin embargo, ahora corresponde ver cómo sufre una nueva intervención cultural con su "chilenización" paulatina en el país, particularmente, adoptando incluso elementos que son más propios del folclore y el costumbrismo nacionales.

Partamos observando que cierta curiosidad de las clásicas navidades en Chile eran las ofrendas que los fieles iban a dejar como modestos obsequios al Niño Jesús o la Guagua Linda, Lucerito y Preciosura de los pesebres, como lo llamaban con ingenuidad ciudadanos y niños: panes amasados, tortillas de rescoldo, trozos de quesos, huevos cocidos, frutas, hortalizas, granos, etc. Estos tributos eran regalados después a familias y niños pobres, completando así el círculo de bondades desplegadas en Navidad. Además, los visitantes de los Nacimientos de Belén en casas patronales o de la aristocracia criolla solían ser atendidos con "cariño": mistela, horchata y helado de canela, según lo que comentan autores como Oreste Plath.

Había todo un manual implícito de tradiciones desplegadas alrededor del pesebre en cada mes de diciembre, partiendo por el rito de colocación del mismo en territorio rural, llevado casi en andas por los devotos entre música y canto, o las inauguraciones de los mismos con pequeña celebración en el ámbito más urbano, pudiendo ser de tamaño natural o a escala más pequeña, como se prefiere en nuestro tiempo. El canto a la rueda, las tonadas y los cuequeros tradicionales agregaron a la celebración varias canciones populares relacionadas con el mismo culto pesebrero, incluyendo un villancico trascrito también por Plath en "Folklore chileno" y que decía:

De Renca te traigo choclos
y unos porotos pallares
para que con un buen pilco
Chiquillo Dios te regales.

Con doña María
Tu querida Madre
También don Chepito
Puede acompañarte.

Cabe indicar que, aunque muchos pesebres mantenían el estilo usado preferentemente entre los creyentes de Europa todavía en el cambio de siglo, es decir, con los personajes vestidos y ambientados fielmente a tiempos bíblicos y como si tratara de un cuadro histórico, su desarrollo en la práctica se encargó de hacer lo suyo: la tradición popular, pues, había comenzado a intervenir también en esta estética y sus características, adicionándole elementos localistas y propios del folclore, más reconocibles para la cultura chilena. Las figuras del Niño Jesús, María y José, por ejemplo, muchas veces eran donadas como ofrenda por algunas familias, siendo la del bebé la más valiosa y atesorada. Los pastores y Reyes Magos, en tanto, comenzaron a ser tallados con poncho y manto huaso, a veces con el típico sombrero campesino, mientras que los animales de corral propios de los campos chilenos quedaron incorporados a la escena general, ya no sólo en el ámbito rural: cerdos, vacunos, pollos, etc. A su vez, la gruta o el establo elegido como diseño base era adornado con material pajizo, trigo o heno, para reforzar un aire más rural y de influencia agrícola.

Con el correr del tiempo, guitarras, arpas, pequeñas artesanías, ruedas de carretas, yuntas, escobas, cuerdas, barricas, herramientas, fardos de paja y otros elementos parecidos se incorporan en las escenas. Aparecen entre los personajes también mujeres gordas tomando mate o un perro quiltro echado junto a la cuna de paja, terminando de “chilenizar” así la composición de la imagen de Belén. Algunos llegaron a parecer realmente una ramada o “fonda” dieciochera dentro de un establo o corral como maqueta del pesebre betlemita.

Desde los tiempos de la consolidación de la República, además, se suman al conjunto las banderas chilenas, las escarapelas y otras señales patrióticas hoy más esperables de unas Fiestas Patrias que de la Pascua de Navidad, propiamente. Surge, en definitiva, toda una ambientación costumbrista para los mismos dioramas pascueros, algo que confirma ya entonces al pesebre como una práctica de carácter tan popular y tradicional a la vez que religiosa.

La descrita evolución pesebrera, de la que sólo hemos hecho acá una síntesis, fue comentada por autores costumbristas, folcloristas y musicólogos como Raquel Barros. Otros investigadores como Lucy Lafuente, maquetista organizadora de talleres de construcción de pesebres y quien estuvo realizando exposiciones en España, y René Arabena Williams, quien fue en los años sesenta presidente del Instituto de Conmemoración Histórica y miembro de la Asociación de Pesebristas de Barcelona, observaron que dicha evolución no sólo lo “chilenizó”, como hemos dicho, sino que fue dándole al Nacimiento de Belén diferentes rasgos localistas, de acuerdo a las distribuciones geográficas. Plath, en tanto, destaca los casos de pesebreros tradicionales del siglo XX como el maestro Luis Guzmán y la alfarera de Pomaire doña Julia Vera.

"Qvinta Edad del Mvndo des(de) el Nacimie(n)to de Gesvcristo", con escena del Nacimiento de Belén presentada por Felipe Guamán Poma de Ayala en su "Nueva Corónica y Buen Gobierno", hacia 1615. La Sagrada Familia se acompaña de animales, como en un típico pesebre navideño. Fuente imagen: sitio Det Kgl. Bibliotek de Dinamarca.

Retablo con escena del Nacimiento en el Museo del Carmen de Maipú. Obra de escuela quiteña en madera tallada y policromada del siglo XVIII. Donación de doña Amparo Martínez en memoria de doña Chita Ortúzar de Blasco Ibáñez.

"La Noche Buena en el Campo", según ilustración de la revista "Zig-Zag" a fines de 1905.

"Escena de Navidad. Un nacimiento con pitos y matracas" en la revista "Zig-Zag" para la Navidad de 1911, portada ilustrada por el artista italiano José Foradori. El tamaño de los pesebres se había reducido con el tiempo, pero no el atractivo que todavía eran capaces de provocar.

"Pesebre araucano", con diseño artesanal de inspiración mapuche, en imagen publicada por "La Nación" del 25 de diciembre de 1964.

Otro pesebre artesanal "indígena", en imagen del blog de la Asociación Nacional del Folklore de Chile (ANFOLCHI).

Integrantes del Ballet Folclórico Nacional (BAFONA) llevando un pesebre tradicional en una recreación del rito popular de instalar el Nacimiento. Imagen publicada en el diario "La Nación" del 28 de octubre de 1969.

Un pesebre artesanal (greda pintada) en "La Nación", diciembre de 1971.

Niños frente a un pesebre, en aviso de los años sesenta para la "Polla Gol".

El pesebre de la Catedral Metropolitana. Uno de los pocos ejemplos que quedan de pesebres en tamaño natural dentro de Santiago.

Otra vista del Pesebre de la Catedral de Santiago, bajo la estrella octogonal. Se distingue su diseño más acorde al formato de la gruta que al del establo. El ángel carga el símbolo de la Cruz de Chile ante la Sagrada Familia.

Fuera de Santiago, el pesebrismo también fue adquiriendo características folclóricas y pintorescas especiales, siempre relacionado con los oficios de artesanos y maestros de cada comunidad. Abundarán, así, en figuras típicas de greda y cerámica producidas por las conocidas artistas de Talagante y El Monte, sucediendo algo parecido en localidades como Quinchamalí. En Melipilla, en tanto, destacaban también los pesebres de gran tamaño reproduciendo escenas en vivo de distintos pasajes bíblicos, y con vecinos peleando por tener el mejor de ellos a la vista tal como sucedía en el barrio de Recoleta en Santiago.

Cerca de allí, en el pueblo alfarero de Pomaire, las figuras del diorama de Navidad eran hechas por artistas de la greda, totalmente a mano. En esta localidad, además, fue costumbre muy propia entre las mujeres residentes el cantar un villancico al pesebre que decía:

Yo soy una pobre huasa
que de Pomaire ha venido
a celebrar su niñito
que dicen que ha nacido.

Como puede verse, entonces, la tradición de los grandes pesebres originada en tiempos coloniales se mantuvo por largo tiempo en la sociedad santiaguina de la República, incluso en ese talante de competencia que sostenían las familias por ofrecer el mejor y hasta más ostentoso montaje de todos. Por esto, el pesebre no era sólo para la admiración de quien contemplaba: además de ser lugar de oración y veneración, muchos dejaban en él algunas ofrendas como las mencionadas y que después se entregaban a la caridad de los necesitados.

En tanto, la Nochebuena por entonces se pasaba cantando alrededor del mismo pesebre, desplegando para ello repertorios con temas navideños propios. Muchas de estas piezas provenían del cancionero popular de villancicos y otras desde el folclore religioso, en ciertos casos bastante viejas. Y es que se mantenía toda aquella actividad devocional y artística alrededor del pesebre, desde iniciada la Novena hasta la Pascua de los Negros, cuando solía ser desmontado.

Algo de lo anterior lo señaló también Plath en su artículo titulado "¡Felices Pascuas!", publicado en la revista "En Viaje" de diciembre de 1945, aportando algunas pistas más sobre el aspecto que tenían tales instalaciones:

La iglesia, con las campanadas de la primera "seña", apuraban los "quehaceres" de las dueñas de casa, y a la "seña" final reunía a todos los fieles.

En algunas casas se seguía la Novena del Niño de Dios al pie de los "Nacimientos". Y era en esta ocasión donde aparecían los villancicos, canciones campesinas llamadas también Aguinaldos de Navidad. Los niños y los mayores cantaban las más domésticas letras y con mucha familiaridad elogiaban al Niño de Dios:

Venid todos a Belén
con amor y gozo
adoremos al Señor,
nuestro Redentor.

Plath desglosa también algunos de los muchos elementos que involucran la tradición pesebrera. Entre estos están sus símbolos recogidos de las sagradas escrituras, los personajes involucrados en la escena y otros elementos que son más propios del período cálido en que se arman acá en Chile, pues el propio inicio del verano austral hizo su influencia sobre la estética del pesebre marcando todavía más diferencias con el importado desde los modelos europeos y mediorientales:

(...) A los "Nacimientos" se les distinguía entre otros nombres con el de Belén, Pesebre y Portal. Los "Nacimientos" más comunes eran en el de paisaje de cerros con el grupo de figuras bíblicas y el Niño recostado en una especie de cajón donde comen las bestias; o eran simplemente el Niño de Dios libertado por estos días de sus costosos fanales, que habían sido "encargados" a Europa.

Los "Nacimientos" de montaña se formaban con cajones forrados en lona encolada y pintada, semejando lomeríos y grutas donde se desarrollaban pasajes bíblicos y se distribuían luces y brillos.

La estrella de Oriente, de papel plateado entre nubes de gasa, orientaba a los Reyes Magos. Santos de bulto y figuras de cabras, mulas y ovejas realizadas con candorosas impropiedades adornaban al Niño Jesús entre las pajas.

San José, la Virgen María y los Reyes Magos se confundían entre las frutas de la época: los albaricoques, los duraznos de la Virgen, las peras chinas, meloncitos de olor, damascos, brevas, ciruelas y guindas.

Todos "curioseaban" la pobreza del niño. La gente indigente estaba como unida por un sentimiento de solidaridad ante el niño que nació pobre.

Para los "Nacimientos" todos aportaban algo: juguetes, nidos con huevos, "trigo nacido", miel de abejas, pan amasado, lo que era ofrecido con canciones ingenuas como estas:

Señora doña María,
yo vengo del otro lado
y al Niño Jesús le traigo
un caballito ensillado.

Señora doña María,
yo vengo de la Angostura,
y al Niño Jesús le traigo
estas peritas maduras.

Había diferencias geográficas en su composición y estética, sin embargo, de las que dejamos anotadas algunas observaciones a continuación:

  • En el Norte Grande del país, por ejemplo, los pesebres eran montados en mesas con personales al estilo de indígenas con aspecto andino, con animales domésticos propios como las llamas y muchos juguetes, mezclándose villancicos con bailes “chinos”, también de mucha influencia nativa.
  • En las regiones de Atacama y Copiapó en frecuente encontrar alusiones al mundo minero y agrícola.
  • En cambio, en Valparaíso se armaban conjuntos de grandes dimensiones decorados con símbolos  portuarios y náuticos: anclas, velas, adornos marinos, timones, faros móviles, miniaturas de los ascensores de los cerros, buques, etc. 
  • En otras zonas de la misma región aparecían referencias al mundo de los pescadores, especialmente entre comunidades de caletas. 
  • En la Zona Centro Sur y en el territorio eminentemente huaso de Colchagua, Curicó, Talca y Maule, en tanto, el pesebre incluirá caballos, fajas, arreos, herraduras, barriles y lucidas mantas.
  • Ya en la Araucanía habrá esperables alusiones al mundo indígena y al folclore mapuche en las representaciones.
  • Mientras, en el territorio patagónico y austral el pesebre se adornaba con “carretitas chanchas”, pequeñas embarcaciones, lagunas de espejos y los rebaños de ovejas propios de la ganadería austral, como los típicos de las postales magallánicas.

Pesebre montado en la Antigua Iglesia de las Agustinas de Santiago. Se representa la escena como el nacimiento de Cristo en la cima de un cerro con mucho material pajizo, al que suben los peregrinos y pastores llevando regalos.

Vista del pesebre de la Iglesia de los Domínicos, en calle Santo Domingo de Santiago, hacia el año 2008, ambientado como establo con suelo de paja.

Acercamiento al pesebre de la Iglesia de los Domínicos de la capital chilena.

Niño Jesús entre María y José, en la Iglesia de los Domínicos, Santiago. Atrás, las efigies del asno y el  buey, muy presentes en los pesebres populares.

Pesebre de imágenes tradicionales instalado al interior de las dependencias del Correo Central, junto a la Plaza de Armas de Santiago, junto al gran pino navideño que ha sido montado en su sala principal.

Acercamiento al pesebre del Correo Central de Santiago. Imitando la tradición de la Catedral de Santiago, a escasos metros del edificio, se ha dejado la escena del Nacimiento con la presencia del Niño Jesús pendiente hasta la realización de la Misa del Gallo (Medianoche del 25 de diciembre).

El pesebre del Santuario de la Inmaculada Concepción, en la cima del cerro San Cristóbal. Es un típico diorama híbrido entre los elementos de la tradición original y los del costumbrismo local, en este caso con alusiones al mundo campesino.

El Pesebre de Belén que se arma en la Parroquia Nuestra Señora de los Dolores, en el sector del crucero, frente al altar, es uno de los más conocidos del período navideño en Viña del Mar.

Uno de los pocos Nacimientos que permanecen armados y visibles durante todo el año en el Gran Santiago: el de la Parroquia de la Natividad del Señor, en avenida Ossa, La Reina.

Pesebre temático hecho en la Plaza de Armas de Curicó por el gremio local de los suplementeros, Navidad del año 2021.

Figuritas de yeso policromado con personajes del Pesebre o Nacimiento de Belén, en venta a la salida de la céntrica Iglesia de los Domínicos, en la calle Santo Domingo con 21 de Mayo.

El propio hermano de René Arabena, el escritor y poeta Hermelo Arabena, creó para él un cántico al pesebre que también está en la sintonía de los aguinaldos y villancicos tradicionales. Esta pieza dice lo siguiente, rindiendo homenaje a la descrita geografía cultural de las representaciones del Nacimiento y forjada en tantos siglos de tradiciones y adaptaciones:

...Niño de la Cañadilla
quién te pudiera ofrecer
una alfombra de diamantes
y la corona de un rey.

Quien pudiera regalarte
oro de Andacollo fiel,
salitre de Antofagasta,
ovejitas de Aisén.

Sin embargo, coincidió que con el arribo del decorado árbol de Pascua o pino de Navidad y la aceptación de otras tradiciones en los hogares católicos, alcanzando incluso aspectos culinarios, comenzaron a decaer algunas de las más viejas prácticas pascueras en Chile, incluidas las que eran propias del pesebrismo. La sociedad criolla se abría así, por permeabilidad, a las principales influencias extranjeras en la fiesta -o, más bien, las universales en la misma- especialmente fomentadas por la publicidad y el comercio. Esto llegó a su punto más excéntrico y transcultural al caer en la negación del período estival e intentar disfrazarse con el invierno del hemisferio boreal, algo tan criticado hasta nuestra época.

También comenzaron a agregarse al maquetismo pesebrero figuras graciosas que habían sido introducidas en el siglo XIX. Eran las “monas que para divertir a los niños ponen en Chile en los nacimientos”, comentó alguna vez Justo Abel Rosales mientras buscaba una comparación con ciertas fealdades que ve en la ocupación de Lima, muy políticamente incorrecto de su parte.

De ese modo, los propios pesebres que se suponen recreando una escena de la cálida Judea, tras la adopción del septentrional personaje de Santa Claus en Chile a inicios del siglo XX comenzaron a aparecer con copos de algodón simulando nieve y figurillas no tradicionales como parte del conjunto, haciéndose cada vez más pequeños en la instalación general del árbol de Pascua hasta quedar prácticamente perdidos en los hogares al pie del mismo. Esto sucedía al mismo tiempo que las coloridas cajas de regalos eran cada vez más grandes, paradójicamente, revelando en donde se había puesto ahora el interés.

La reducción del pesebre de Belén en la iconografía general navideña reflejó el cambio de mentalidad y la prioridad al comercio o la recreación por sobre la fiesta, en desmedro de su naturaleza previamente religiosa. El período en que esto se da parece ser el mismo al final del "distrito de los Nacimientos" donde los vecinos competían por ser el más bello de Recoleta, no obstante que aún se use montar dioramas de proporciones medianas y a veces grandes con el mismo cuadro de Belén en iglesias, escuelas, plazas, municipalidades y algunos edificios institucionales, incluido el Palacio de la Moneda y con la protesta correspondiente de quienes, escandalizados, ven trasgredida la separación de la Iglesia y el Estado en estos gestos.

Uno de los últimos casos de pesebres "vivos", es decir, a tamaño natural y con personas y animales reales, era el que se montaba en las fiestas navideñas del Club Hípico de Santiago, hacia los años treinta y cuarenta. Eran ocasiones en las que también se lanzaba desde un avión un actor disfrazado de Santa Claus, descendiendo en paracaídas para luego saludar o repartir juguetes, a partir de la celebración de diciembre de 1934. Generalmente, estas fiestas en el centro hípico iban a beneficio de instituciones caritativas.

Hoy en día, además, la competencia (importada también desde el hemisferio norte) ya no son los mejores pesebres, sino aquella por demostrar quién es capaz de recargar la casa con más figuras navideñas. El mercado se llena en el período con oferta de luces de colores y aparatos mecánicos varios, inventados para tal uso.

Sin embargo, quedan algunos casos de grandes pesebres y otros dispuestos a tamaño natural, los que son armados en el período de la Navidad en Santiago u otras ciudades. Uno importante está en la Catedral Metropolitana, por tratarse del escenario de la Misa del Gallo y la colocación ceremonial del Niño Dios en el mismo, cada año. Sus imágenes fueron talladas en madera por los hermanos Gerardo, Claudio, Aurelio y Patricio Rodríguez, hijos del artista sanantonino Aurelio Rodríguez, y se hicieron por petición del entonces cardenal de Santiago , monseñor Francisco Javier Errázuriz.

Pero, geográficamente más relacionado con la comuna de Recoleta y esa vieja tradición de las competencias de pesebres, está el caso del gran Nacimiento que se arma para cada diciembre en el Santuario de la Inmaculada Concepción en la cima del cerro San Cristóbal, compuesto también de expresivas figuras talladas en madera y con ceremonias religiosas acompañando al período. El conjunto, con cerca de 20 hermosas estatuas entre humanos y animales acompañados por suelo de paja, fardos, cántaros de greda, canastos, zapallos, bateas y otros iconos tradicionalistas, sugiere que algo queda aún en Chile de aquellos tiempos cuando el Nacimiento de Belén fue "chilenizado".

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