La tradición de canastos y cajas de Navidad o Año Nuevo
Ventas de cajones y canastos de fantasía para el período de las fiestas de diciembre en "El Diario Ilustrado", diciembre de 1928.
Las canastas y cajas obsequiadas con productos para consumir en Navidad pertenecen a la misma tradición de los aguinaldos que ya hemos visto en un artículo anterior. Como regla general y estándar, suelen ser embaladas con mercaderías propias para la temporada y que van a cuenta del empleador o del patrón correspondiente, a veces reemplazando parte o la totalidad de la paga en dinero del beneficio que se da como premio de temporada para el caso de empresas más pequeñas. También son adquiridas de manera particular para abastecer con lo mínimo a un hogar durante el período de estas celebraciones, así como para obsequiarlas.
Cestos navideños o anchetas se les llama en otras latitudes, y fueron una introducción probablemente española, aunque por la vía del comercio moderno de América y principalmente desde el siglo XIX en adelante, según todo sugiere. Correspondían originalmente a los lotes de Navidad que aún incluyen productos típicos de la Península, como jamón serrano, embutidos, caramelos, turrones, aceitunas, vinos tintos, jerez y de cava, aunque este contenido se fue adaptando en cada país, evidentemente. Hay países en donde sigue siendo preferida la presentación clásica de la canastita, sin embargo, por encima del cajón de madera o la sencilla caja de cartón actual.
Aunque ciertas fuentes y artículos en la red señalan que la tradición de las mismas canastas y cajas navideñas españolas se popularizó recién hacia mediados del siglo XX, la verdad es que el comercio chileno ya las había adoptado desde mucho años antes. De hecho, sus antecedentes son de largo, larguísimo tiro: se encuentran en la Roma antigua, como vimos al abordar el tema de los aguinaldos y regalos navideños, particularmente con la sportula o repartición gratuita de alimentos hecha en un cesto por un patronus (patrón) a los clientes (ciudadanos de rango inferior) que estaban bajo su protección.
Desde la Roma paleocristiana tenemos también los obsequios que, a modo de aguinaldos o strenae durante las Fiestas de Strena de cada 1 de enero, dejaban los campesinos desde la víspera de la fecha en las puertas de sus casas para compartir con los caminantes y viajeros. Se trataba de canastos con frutas, bocadillos y bebidas de la temporada, ancestros de los posteriores canastos y lotes con alimento que acá tratamos. Fue, además, la forma que había adoptado la antigua costumbre de celebrar aquel período con regalos entre amigos o de plebeyos a sus protectores, una vez que fue asimilada también por la Iglesia por acción del sincretismo y la persistencia del folclore.
Gran Bretaña y otros países europeos tomarán para sí la misma tradición del cesto navideño o christmas box, muy emparentada también con los regalos en cajas del período y que aparecen al pie del árbol de Navidad, además. Los ingleses, de hecho, celebrarán el Boxing Day o Día de las Cajas correspondiente a aquel en que tienen lugar tales intercambios. Sus contenidos son productos para comer y beber, los denominados hampers, actualmente armados y embalados por grandes almacenes. La cesta de comida que lleva de regalo a su abuelita el personaje Caperucita Roja en la versión francesa de Charles Perrault (1697) y la inglesa de los hermanos Grimm (1812, reescrita en 1857), así como los títulos de las novelas "A Christmas Hamper" de Mark Lemon (1860), "The Christmas Hamper" de M. J. H. Hollings (1872), también británicos, confirman lo arraigado y antiguo de aquel icono cultural en las tradiciones europeas.
La misma costumbre del cesto de comida también se hizo conocida en España por supuesto, y desde allí en el Nuevo Mundo pero cobrando especial energía recién con el desarrollo y la internacionalización comercial del siglo XIX en adelante. Muchas costumbres y adaptaciones de aquella centuria y que también fueron conocidas en Chile, como la de regalar colgajos de frutas jugosas coincidentes con el inicio del verano, pueden estar vinculadas de una forma u otra también con aquella antigua tradición de los lotes de comida y bebida ofrecidos como obsequios.
Para el caso chileno las canastas y cajas de Navidad tradicionalmente incluyen bebidas como el cola de mono, vino y espumante, además de alimentos como el pan de Pascua, galletas, "picadillos" para bandejas, golosinas, frutas en conservas, etc. El tiempo y la necesidad doméstica han agregado también aceites, leches, mayonesas y otros complementos. En general, entonces, se asegura lo mínimo para acompañar una cena navideña, el Año Nuevo y la celebración en el hogar.
Su venta con las cajas cuadradas ya cómodamente armadas por parte de cadenas comerciales y supermercados ha facilitado mucho, además, la popularidad y acceso a tales grupos de productos, liberando al encargado de tener que implementar por sus medios y esfuerzos el surtido de los mismos que la conforman. El mismo embalaje en cartón ha abaratado costos, dejando atrás los cajones de madera y los cestos de mimbre tejido en que se presentaban estos surtidos de productos. Esto ha sido aprovechado corporativamente por los comerciantes, haciendo que su marca y publicidad sean vistosas en la misma caja.
Retrocediendo, sin embargo, la famosa tienda Gath y Chaves ofreció por largo tiempo en Santiago tales cajas y canastos en una versión muy fina y elegante a la venta en su desaparecido palacio comercial de Huérfanos con Estado, en los años veinte. Esta firma fue división en Chile, entre 1910 y 1952, de los viejos almacenes homónimos de Buenos Aires, Argentina, país en donde también era fuerte esta tradición de canastos y cajas de regalo. La casa se volvería una gran promotora de la misma costumbre en el comercio capitalino de Navidades y Años Nuevos, armando sus lotes con productos tales como vinos Oporto, champaña, jerez, Santa Victoria, marrón glacé, caramelos, piñas, etc., todo por un valor de $185 a fines de 1927. De acuerdo a los mismos avisos publicitarios de este canasto de Pascua, se trataba de un "módico precio".
Cajones y canastos navideños ofrecidos por la tienda Gath y Chaves en publicidad de 1927 en "La Nación" (arriba) y de 1928 en "La Segunda" (abajo).
Finos productos ofrecidos para las fiestas de diciembre en los Establecimientos Oriente y Waldorf, incluidas sus exclusivas bandejas y canastillos, en aviso de "La Segunda" a fines de 1955.
Volante de saludos navideños de los trabajadores recolectores de basura en la comuna de San Pedro de la Paz, en la Provincia de Concepción, año 2017. También proviene de las tradiciones del aguinaldo el aporte o propina que los hogares dan a estos empleados durante el período de Navidad, en este caso extendido por los propios usuarios.
Algunos ejemplos de cajas navideñas con productos populares actuales. Corresponden a las ofrecidas por las cadenas de supermercados Santa Isabel (arriba) y Alvi (abajo).
Llamados cajones y canastos de fantasía en otros años por el tipo de recipiente en el que se presentaban acompañados de ornamentos, el cesto de Gath y Chaves en diciembre de 1928 venía ahora con los siguientes exclusivos productos de Navidad y Año Nuevo: una botella de champaña Louis Roederer, una botella de jerez A. R. Valdespino, una botella de oporto Regente A. R. Valdespino, una botella de licor Santa Vittoria, una lata grande de bombones ingleses Pascall, un frasco grande de caramelos ingleses Pascall, una lata de piñas al jugo C. y E. Morgan, una lata de marrón glacé C. Fangier y una lata de bizcochos surtidos Grison T. Party. El precio de $185 se mantuvo desde el año anterior.
El cajón de madera con surtido, en cambio era bastante grande pero con una variedad de productos más cercanos al bolsillo promedio, costando $64.50. Diríamos que su concepto estaba más asociado a la fiesta del Año Nuevo y, por esta razón, traía lo siguiente: una botella de sidra Alemparte, una botella de vermouth Cinzano, dos botellas de vino blanco Gath y Chaves, dos botellas de vino tinto Gath y Chaves, una botella de licor chartreause Dupont, una lata de centollas especiales, una lata grande de sardinas españolas en aceite, una lata de mortadela fina Puffs, una lata de paté fina Puffs, una lata de ciruelas golden plums Santa Inés, una lata de damson jelly Santa Inés, una lata de piñas al jugo, una lata de bombones ingleses Pascall, una lata de galletas surtidas Grison T. Party y un frasco de caramelos ingleses Pascall.
A partir de 1944, la misma casa Gath y Chaves ofrecía también la llamada Canasta Holandesa, por $320. Consistía en un elegante cesto de mimbre tejido y con forma de maleta redonda con asas más las decoraciones correspondientes, de seguro útil después de haber sido vaciado. Sin embargo, en ella venía el siguiente surtido de licores y golosinas que también podríamos considerar de alcances más populares: una botella de Moscato Especial, un vino añejo Casa Grande, una botella de curazao rojo Mitjans, una botella de anisette Mitjans, una lata de salmón Cavancha, una lata de duraznos amarillos Banquete, una lata de filetes de anchoas en aceite Astraján, una lata de papayas en almíbar, un pan de Pascua de un kilo marca Gath y Chaves, un paquete de turrón de un cuarto de kilo también de Gath y Chaves, una caja de bombones de fantasía Mc Kay y una tableta de chocolate Mangat de Mc Kay.
Como se ve, entonces, con toda aquella tendencia al mediano lujo (en el contexto de tiempo y desarrollo económico) o a la simple preferencia popular en los artículos de cada lote navideño, si los juguetes eran para los niños protagonistas principales de la fiesta navideña, el sentido de la canasta siempre fue más adulto y hogareño. Su funcionalidad se extendía también hasta la celebración del Año Nuevo, por la misma razón.
Para la siguiente década aún estaban en el comercio navideño los canastillos y bandejas de contenido más propio de la high society, sin embargo, como el que vendía la sociedad de los hermanos Pubill en sus bohemios locales Establecimientos Oriente, enfrente de la Plaza Baquedano, y Waldorf de calle Ahumada, además de ofrecer finos habanos y whisky escocés. En la Navidad de 1955 el lote de marras iba desde los $1.200 para el caso de las bandejas y $1.500 para los canastillos decorados con cintas y papel, pudiendo llevar los artículos de una siguiente lista, elegidos por el comprador: pan de Pascua, tortas heladas, cassatas, langostas, pavos, turrones de tipo especial, paté de foie francés, cognac y licores franceses más caviar Romanoff.
Sin duda, la propuesta de Establecimientos Oriente y Waldorf se trataba de una bastante fina y elegante comparada con las que vimos de Gath y Chaves, pero no hay que engañarse: a veces, las familias de clase media se daban estos pequeños gustos una vez al año, sea como regalo a seres queridos o para el consumo en el hogar propio. Además, a la sazón se seguían produciendo cajas y canastos más económicos para complacer el período, con productos menos ostentosos pero igualmente útiles a la celebración con cena.
En otro aspecto, el formato del lote navideño o de Año Nuevo incluso ha servido por largo tiempo para campañas caritativas, como la repartición de algunas vituallas para familias pobres o niños necesitados realizadas por organismos benefactores y autoridades municipales. Famosas fueron también las más abstractas "canastas familiares" armadas con aportes y puestas a premio de rifa o tómbola para algunas recaudaciones de fondos escolares, familiares o vecinales, en el pasado más que en nuestro tiempo. Sin embargo, la popularidad alcanzada en las décadas más recientes por las cajas de productos más hogareños o corrientes (y que ha inducido a creer erróneamente que se trataría de una invención comercial reciente) se ha debido, principalmente, a la demanda de empresas y organismos públicos, como parte del aguinaldo de fin de año que ofrecen al personal.
Aunque hoy no lo parezca, sin embargo, a la misma tradición de los obsequios de provisiones y víveres para la Nochebuena pertenecen casos como las tarjetas y estampas gremiales de saludos que trabajadores del aseo público, carteros, vigilantes, lecheros y serenos repartían en el pasado casa por casa, muy popular en ciudades españolas en el pasado y hasta cierto punto importadas también en Hispano América. El saludo es recompensado con pequeños regalos de comida, bebida y aportes voluntarios en dinero por parte de los vecinos, al estilo de una propina o donación para colecta. Venían a ser una versión actualizada o adaptación de las antiguas canastas o cajones con obsequios, además de adoptar un rasgo más social y de beneficio para los trabajadores.
De aquella misma usanza provienen también las tarjetas de saludos que dejan puerta a puerta en Chile, por ejemplo, los empleados de la recolección de basura o algunos voluntarios de bomberos durante esos mismos días de diciembre, correspondiendo a un aguinaldo ciudadano el aporte que recibirán a cambio en la fecha de su próxima pasada, también indicada en el respectivo volante o tarjeta. Esta costumbre puede estar relacionada con la orientación monetaria o remunerativa que se ha ido dando al aguinaldo de Navidad, además, al consolidarse como una cortesía y hasta un derecho para personal del mundo privado y público. Hay sindicatos de basureros que incluso tienen eslóganes propios y característicos para estas pequeñas campañas, como los trabajadores de la localidad de Las Cabras, en Rapel: "Felices Fiestas. Si nosotros no fallamos, tú tampoco".
Finalmente cabe señalar que aún hay quienes llaman y reconocen como aguinaldos navideños en víveres a gestos que siguen paseando por la inocencia de la celebración y las relaciones del concepto con el acto de hacer obsequios. Así son denominados, por ejemplo, los caramelos que suelen repartirse a los niños en las fiestas navideñas o en las caravanas de carros decorados para la ocasión y que recorren algunas ciudades del país en la temporada. En tradiciones nacionales como la de los camiones y carros de Iquique repartiendo dulces por las calles de la ciudad en cada Navidad o las reparticiones masivas de golosinas que hacía la compañía carbonífera de Lota, entonces, se reafirma el mismo sentido original que antaño daba razón a los canastos con obsequios para alegrar el período de fiestas entre la comunidad.
Es verdad que la "normalización" y uniformidad de la caja de Navidad y Año Nuevo en el comercio regular, así como su preferencia entre instituciones o empresas y hasta la aparición de opciones más modernas como la gift cards (reemplazando al cheque, la transferencia o el monto de dinero efectivo de los aguinaldos) han ido erosionando los aspectos más románticos y emocionales que involucraban a este gesto, el mismo de desprendimiento para con el prójimo. Sin embargo, en ellos aún subsiste aquella motivación benefactora y motivadora originaria: la de compartir, algo expresado como el espíritu mismo de las fechas, mucho más allá de los temas de la religiosidad popular o la fe en lo formal.
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