El árbol de las tradiciones pascueras en Chile
"...Otra costumbre europea que no ha sido generalizada entre nosotros es la de los árboles de Pascua". Revista "Sucesos", Navidad de 1916.
El arribo del árbol de Pascua o pino navideño a Chile coincide con cierto período de permeabilidad de la sociedad criolla ante las tradiciones más internacionales de estas fiestas de fin de año. El carácter más conservador y religioso de la Pascua de Navidad, mismo que involucraba ritos como comer cazuela, obsequiar regalos sólo (o principalmente) a los niños y asistir a la misa nocturna, había ido abriéndose a influencias del comercio y la publicidad en esos tiempos. De este modo, entre otras cosas se incorporaron a la iconografía y el imaginario navideño en general elementos tales como la figura de Santa Claus, los villancicos modernos y los pesebres más actualizados. El árbol de Pascua, en consecuencia, formó parte de aquellas introducciones y adaptaciones, aunque no siempre era un perfecto pino en aquellas primeras décadas.
No está del todo claro qué simboliza el mismo árbol en Navidad, exactamente. Es sabido de sobra que los árboles son un elemento mitológico importante en las tradiciones de prácticamente todos los pueblos del mundo, desde los famosos Yggdrasil e Irminsul de los guerreros germánicos, destruido por las huestes de Carlomagno para cristianizar a los bárbaros, hasta la veneración que aún practican pueblos del sur de Chile para especies como el canelo, el laurel o el maqui, por ejemplo. En la simbología estricta del cristianismo, sin embargo, el árbol podría aludir también al Génesis con el relato de Adán y Eva en el Jardín del Edén, reaparecido como elemento icónico en ciertas narraciones medievales.
También existieron las llamadas pirámides de Navidad entre los teutones: altares que se hacían con forma parecida a una carpa tipi con madera y un revestimiento de ramas verdes, además de colgarle figuras religiosas u otros objetos. Quizá tenga alguna relación, por lo demás, con el emblema árbol de la vida que muchos dicen ver en la januquiá o mal llamada menorá de nueve brazos, símbolo de la antiquísima fiesta judía del Hanukka, también coincidente con el período de la Navidad cristiana.
Por nuestro lado nos preguntamos, además, si el árbol pascuero tendrá alguna relación con algunas representaciones artísticas e históricas del Nacimiento de Jesús: aquellas en donde la Estrella de Belén -que corona tradicionalmente al pino navideño- se observa arrojando sobre el Niño Jesús o la escena completa de la Sagrada Familia su sacro haz de luz. Esta luminiscencia divina suele aparecer formando un triángulo o cono similar a la silueta de una conífera... Materia para adictos al temas de los ancient aliens, quizá.
En campos menos especulativos, se cree que el pino navideño procedería de las tradiciones en torno al árbol de San Bonifacio de Maguncia (672 o 673 - 754 o 755), obispo anglosajón y mártir de la cristianización germana. Recorriendo toda la actual Alemania para llevar el evangelio, este predicador había llegado al territorio pagano de Baja Sajonia, en donde las comunidades locales adoraban al Roble de Trueno del dios Thor. De una manera que se consideró milagrosa, San Bonifacio logró detener el sacrificio ritual de un niño en aquel árbol, destruyéndolo con un hacha y construyendo una capilla con su madera. El llamado Apóstol de Alemania eligió un pequeño abeto cercano a aquel centro ritual y conminó a los habitantes de la región a tomarlo como su símbolo de paz y santidad, desde ese momento, ya sin ofrendas de vidas.
El origen del árbol como tradición navideña propiamente dicha estaría particularmente en la región de Alsacia, hoy francesa, ya en el siglo XVI. Un primer árbol de este tipo se colocó en la Catedral de Estrasburgo en la Navidad de 1539, según la investigadora Carole Cusack, profesora de estudios religiosos en la Universidad de Sidney. Por entonces, la costumbre era cortar algún árbol para recargarlo de decoración en el lugar donde fuese puesto, pero esta tradición llegó a causar tanto daño que la ciudad de Friburgo de Brisgovia debió emitir un bando prohibiendo más talas, a partir de la Navidad de 1554.
Muchos creen que también procedería como rito de origen pagano desde zonas de bosques perennes europeos, aún no bien precisadas. Se ha propuesto, por ejemplo, a Estonia y Letonia, lo que ha generado algunas discusiones patrióticas sobre el tema entre ambas naciones: mientras los primeros dicen tener pruebas de la celebración de un festival realizado en Tallín en 1441, ocasión en la que se armó un árbol con decoración y luego fue quemado de forma ritual, los letones aseguran que la primera ceremonia de este tipo se realizó en realidad en 1510, por un gremio mercantil llamado Casa de las Cabezas Negras (ver artículo "¿Por qué tenemos árboles de Navidad? Esta es la historia de la tradición festiva", de Amy McKeever, National Geographic, 21 de diciembre de 2020). Ambos países levantan grandes pinos navideños en sus mercados y plazas principales durante la temporada, alegando ser la cuna de la tradición a pesar de algunas dudas persistentes sobre ambas versiones.
También está el antecedente de remotísimos ritos y tradiciones traídas al continente americano por carpinteros germanos y del norte de Europa, que los ingleses suelen llamar Topping Out y Topping Off, los polacos Wiecha, los belgas Planter le Meyboom, los alemanes Richtfest y holandeses y flamencos Pannenbier. Estas prácticas (que se suponían efectuadas para disculparse y alejar de la madera usada en la obra a gnomos, hadas y otros seres elementales que habitaban en los bosques) exigen poner provisoriamente banderas en la parte más alta de la techumbre en la construcción de un edificio o residencia y un pequeño árbol, en especial entre los pueblos escandinavos, desde donde muchos otros países tomaron la tradición. Este arbolito solía ser una conífera decorada con cintas, flores o guirnaldas, muy parecidas a las del pino navideño. Llamado Coronación y aún practicado en Estados Unidos, Canadá, España, Noruega, Suiza y Australia, el mismo rito es la base de la fiesta de tijerales que celebran los obreros en Chile cuando concluyen la parte principal o gruesa de la obra. En la tradición nacional, además, la bandera chilena ha reemplazado definitivamente al viejo árbol ritual.
El pino navideño ya estaba difundido por toda Europa en el siglo XVIII, apareciendo en Reino Unido el primero de estos dentro de la casa real por influencia de la reina Carlota. Tiempo después, la reina Victoria y el príncipe Alberto se retrataron en una famosa ilustración artística con su familia, rodeando un hermoso árbol decorado en la Navidad de 1848, lleno de pequeñas llamitas y con juguetes a sus pies. La imagen apareció en el periódico "The Illustrated London New", recorriendo el planeta y extendiendo la moda hasta el Nuevo Mundo, ya que fue republicada por otros medios en los Estados Unidos.
Se estima que los árboles de Pascua debieron aparecer por territorios al sur de Chile en ese mismo período del siglo XIX, principalmente por influencia de las familias alemanas y sus descendientes, mucho más familiarizados con ellos. Si acaso estaban antes ya en algunos ejemplos del arte religioso presente en Chile, fue su popularización en el período lo que haría al arbolito algo infaltable en los hogares, gracias a estos colonos germanos quienes habían comenzado a instalar algunos muy vistosos hacia inicios de la década del 1850, según las investigaciones realizadas por autores como Juan Guillermo Prado. Ya a principios del siglo XX está armados en el comercio de Navidad, entonces, especialmente durante las exposiciones de juguetes como los de afrancesadas tiendas de la sociedad J. Zamulo y Le Busque, en diciembre de 1902, por ejemplo.
Fanal con escena de la Sagrada Familia en el Nacimiento de Belén. Obra del siglo XIX estilo escuela quiteña, en madera tallada y policromada, más detalles en plata, con la cúpula de cristal. Entre María y José se observa algo que parece la estilización de un árbol navideño con canastillos y regalos. Pieza donada por el señor Víctor Figueroa al Museo del Carmen de Maipú.
Niños disfrazados junto a un árbol navideño, probablemente hacia 1892, en la actual Región de Tarapacá. Imagen del "Álbum de Tarapacá", donado por la familia Matta Geddes a la Biblioteca Nacional en 2016.
Sátira política de la revista "Sucesos" en la Navidad de 1902. El árbol navideño parece ser una araucaria, o algo parecido.
La entidad a veces llamada Ángel de los Niños o Ángel de la Nochebuena, cargando un pino navideño en imagen publicada por revista "Sucesos", año 1902.
Aviso de la prensa en tiempos del debut del Viejito Pascuero o Santa Claus en la publicidad chilena. Pertenece al Bazar Krauss y apareció en las ediciones del diario "El Mercurio" en diciembre de 1903. Como se observa el personaje trae también un pino navideño.
El árbol navideño que se armaba cada año en la Kermesse de Pascua de la Quinta Normal, con la fiesta y feria de beneficencia. Imagen publicada por la revista "La Ilustración", diciembre de 1904.
El Kindergarten Alemán de Santiago, en la Navidad de 1905. Fundado en marzo de 1903 año por doña Elisa G. de Giebel. Al menos dos pinos navideños están detrás de los niños. Imagen publicada por la revista "Sucesos".
Para la Navidad de 1908 se ha modificado el aspecto del Viejo Pascuero en los avisos del Bazar Krauss, pero todavía carga un pino en sus hombros.
El pino empezó a aparecer, de esa forma, en varias localidades chilenas tanto a nivel doméstico como público, señalándose con frecuencia al sector del Lago Llanquihue, en la Región de los Lagos, como principal impulsor de las usanzas del árbol de Pascua. De hecho, en Puerto Varas se ha tomado como propia esta tradición y celebra, desde 2013, la llamada Fiesta del Árbol de Navidad o Tannenbaum Fest, como anticipo o evento paralelo al de la fecha principal. Durante este período diferentes instituciones, clubes, casas de estudios, estamentos públicos y particulares regalan pinos navideños de diferentes estilos y materiales, generalmente de diseños abstractos o simplificados, para decorar las plazas y calles de la turística ciudad.
Traído así por los influyentes colonos germanos y contando después con el refuerzo de los medios de comunicación y pautas internacionales en la cultura popular, el pino navideño habría sido adoptado incluso en iglesias evangélicas del país, aunque inicialmente causando críticas desde la feligresía católica más conservadora. Por su lado, los británicos de los territorios salitreros y portuarios debieron hacer también su parte, sin duda: en el "Álbum de Tarapacá, Iquique, desde fines de 1800 hasta comienzo del 1900", de las colecciones fotográficas de la Biblioteca Nacional, se pueden ver dos imágenes con un árbol navideño en algún lugar de la pampa, acompañado por niños disfrazados.
Sin embargo, con el tiempo todos los fieles cristianos, incluidos los católicos, se allanaron a incorporar el símbolo arbóreo en el hogar, valorado a la misma altura del pesebre. Fue lo mismo que sucedió con otros elementos más festivos del marco de la fiesta, unos importados y otros criollos, como las bebidas navideñas (ponche a la romana, cola de mono, canela, ponche de culén, etc.) o algunas influencias teutonas adicionales sobre la tradición, incluidos populares villancicos.
Instalada la costumbre, entonces, las iglesias y parroquias comenzaron a armar y presentar con orgullo sus propios árboles en cada mes de diciembre. Fue el caso del Patronato de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, por ejemplo, en la avenida Blanco Encalada cerca de la Estación Central de Santiago: la institución organizaba actos y exhibiciones de beneficio, en teatros como el Real de calle Compañía, para financiar el armado de un gran pino con regalos de Navidad para los niños pobres del barrio San Alfonso. El Rotary Club fue un gran colaborador de aquella cruzada, que solía ejecutarse con una fiesta en la Escuela Normal Superior José Abelardo Núñez, la ex Escuela Normal de Preceptores, cuyas dependencias hoy son de la Universidad de Santiago de Chile (USACH).
Por entonces, el mismo pino navideño ya acompañaba varios escaparates de importantes casas comerciales de Santiago y a su publicidad en medios impresos. Un árbol de pascua era decorado todos los años también en la Quinta Normal de Agricultura, hasta donde llegaban los niños fascinados con tan hermosa ornamentación de borlas colgantes, guirnaldas y figuritas varias. Allí se realizaban las Ferias de Navidad para la beneficencia, además, como las kermesses de apoyo a la actividad del Hogar de Niñas Las Creches. Algo parecido sucedía en el Parque Cousiño, actual O'Higgins, en donde se montaban árboles navideños como parte de encuentros infantiles y caritativos organizados para el mismo período.
El arribo del llamado Viejito Pascuero o Santa Claus, a inicios del siglo XX, también aparece asociado al pino de Pascua en las ilustraciones de publicidades pioneras en el uso de este personaje, como el Bazar Alemán de Krauss Hnos. en Ahumada con Moneda, hacia 1902-1903, emigrando después a un hermoso edificio ya desaparecido de calle Puente con Catedral enfrente de la Plaza de Armas. Las representaciones que entonces se hacían de Santa Claus o de su predecesor correspondiente a un personaje a modo de mensajero que repartía regalos, solían llevar un pino entre su enorme carga de juguetes destinados a los niños. También se mostraba a veces, en el pasado, una entidad llamada Ángel de los Niños, entidad que se aparecía en la Nochebuena cargando un pino tipo abeto o ciprés.
Se iba haciendo costumbre también el que los infantes de cada familia esperaran los regalos al pie del pino, desplazando la vieja tradición de dejar solamente los calcetines para que el Niño Jesús (o quien fuera el repartidor de obsequios) los acomodara allí, para sus respectivos dueños. Esto era cuando recién estaba llegando el Viejito Pascuero y considerando, además, que los Reyes Magos no entraron con demasiada fuerza a Chile como agentes encargados de tal labor, o quizá no pudieron competir con aquel y terminaron siendo jubilados como los portadores de los regalos para niños.
El pesebre o Nacimiento de Belén, en tanto, también comenzó a armarse abajo o muy cerca del árbol navideño, ya que este último empezó a volverse el elemento principal de los hogares en la celebración de la fiesta. Solían ser reales en aquellos años: obtenidos de ramas de coníferas o árboles jóvenes, arrancados a la antigua usanza europea. Empero, después comenzaron a aparecer en el comercio cada vez más árboles artificiales, los que terminarían desplazando casi por completo a los naturales.
Ilustración de Navidad publicada en 1909 por la revista "Zig-Zag", con un gran pino navideño que conserva los rasgos de estilo victoriano y alusivos al invierno boreal.
Actividad de la Sociedad Italiana de S. M. L'Umanitaria con árbol de Navidad, en diciembre de 1912. Imagen y nota publicadas en la revista "Zig-Zag".
Publicidad de las tiendas Gath & Chaves "El Mercurio" del 19 de diciembre de 1915. Aparece este ángel vestido con uniforme de mensajero y repartiendo los juguetes, personaje de fantasía bastante popular en Chile hasta que fue reemplazado por el Viejito Pascuero. También lleva con él un pino de Navidad.
Una pareja reparte regalos navideños con un árbol de Pascua atrás, en publicidad de la casa Gath & Chaves de "La Nación", 25 de diciembre de 1918.
Miembros de las aristocráticas familias Irarrázaval Mac Clure, Vicuña y Morandé, celebrando una fiesta de Navidad con un gran árbol de Pascua atrás de la escena. Imagen tomada hacia 1920, publicada en el catálogo Fotografía Patrimonial.
Árbol de Pascua en la Alameda de las Delicias, entre Ahumada y Estado, en la Navidad de 1928. Imagen de los archivos fotográficos de Chilectra.
Viejo Pascuero y árbol navideño de utilería art decó en una vitrina de cocinas eléctricas Hotpoint, durante una exposición organizada para incentivar la compra de productos chilenos en diciembre de 1930, en el llamado Edificio de la Luz de Chilectra, que estaba en Ahumada con Compañía.
Parte importante del fomento al símbolo del árbol la llevaron adelante también otras colonias en Chile, fuera de los alemanes iniciadores o los británicos, sumándose así el influyo de italianos y muy probablemente también los franceses y los estadounidenses, estos últimos presentes en algunas empresas mineras, tranviarias y eléctricas. Está también el caso de la Sociedad Italiana de S. M. L'Umanitaria: celebraba cada año en la Navidad, coincidente con el aniversario de su fundación, una gran fiesta pascuera en que incorporó un gran árbol hacia los tiempos del Primer Centenario Nacional. Este era decorado con con una enorme cantidad de objetos y juguetes que, al final de la celebración, eran repartidos entre los niños y las familias concurrentes.
Aquella costumbre de colgar regalos en el árbol se mantuvo por cierto tiempo, pero acabaría desapareciendo paulatinamente dado el tamaño que fueron adquiriendo los mismos y sus coloridas cajas. En su lugar se pondrían muchas veces miniaturas de cajitas encintadas, algunas hechas en familia a partir de cajas de fósforos o remedios envueltas en papel de regalo. En los años veinte, sin embargo, el copetudo Club de Señoras aún practicaba el protocolo de colgar regalos en el árbol y después donarlos en una gran fiesta infantil que realizaba en su teatro cercano a la Plaza de Armas, armando para ello un gran pino con luces eléctricas. Lo propio hacía la Federación Estudiantil Femenina en su sede de Morandé 815 casi con San Pablo, organizando allí una once y velada artística en los años treinta, con la presentación de su respectivo gran pino navideño.
Sin embargo, y a pesar de su abundante presencia, costó un tiempo para que el
árbol de Navidad entrara completamente en las costumbres navideñas de todos los
hogares chilenos, ya que existió por varios años más cierta resistencia a su
adopción en el país. En la Navidad de 1916, por ejemplo, la revista "Sucesos" de
Valparaíso había publicado una imagen postal de un hermoso pino con el siguiente
mensaje al pie de la misma: "...Otra costumbre europea que no ha sido
generalizada entre nosotros es la de los árboles de Pascua". En Santiago, era ya entonces una gran promoción para las tradiciones del árbol la
instalación de uno muy voluminoso y atractivo en la Plaza de Armas: atraía a fotógrafos y emprendedores disfrazados de Santa Claus buscando retratarse allí con los emocionados niños, más
o menos desde los años veinte o treinta. La tienda comercial Casa Francesa, en tanto, tentaba a los capitalinos con un gran árbol de Pascua propio y una especie de lotería en el mismo para premiar a los clientes con los regalos alrededor del mismo.
Las empresas e instituciones públicas o privadas fueron otras grandes promotoras
del árbol de Pascua en aquel período, instalándolo en sus dependencias para cada
temporada. La costumbre que fue asentándose en la sociedad chilena fue la de
armar el pino hacia el período de la Inmaculada Concepción o cerca del 8 de
diciembre, y desarmarlo en la Pascua de los Negros o de los Reyes Magos, el 6 de
enero, de modo que el árbol era parte integral de las celebraciones del Año
Nuevo, además. En ese mismo día se volvían a guardar los pesebres y las
decoraciones navideñas, al menos en teoría, porque la procrastinación nacional aún suele mantenerlos armados hasta entrados los períodos de vacaciones, muchas veces.
Las luces navideñas también se popularizaron con el pino en Chile: habían sido
inventadas en 1882 cobrando rápidamente popularidad, lo que dejaría atrás la
época en que se iluminaban los árboles de Pascua con espigadas velitas blancas o
de colores, una costumbre que parece haber sido iniciada por el protestante
alemán Martín Lutero pero que tenía los riesgos propios de la manipulación de fuegos. La compañía de electricidad Chilectra, con muchos
directores y gerentes "gringos", también solían instalar stands con Viejitos
Pascueros y árboles de Navidad hacia 1930, haciendo una ostentación promocional
de las virtudes de la luz eléctrica en aquellos montajes.
Cabe añadir que, ese mismo año, los gerentes de Chilectra llevaron su puesto con un actor disfrazado de Santa Claus en la Plaza de Armas y decoraron hermosos árboles de Pascua en varias otras plazas. Una de ellas fue la de Los Andes, dejando a la sombra del pino regalos para 200 chiquillos con apoyo del Rotary Club, repartidos entre niños pobres presentes y algunos también en establecimientos particulares. La misma compañía instaló otro gran árbol en la plaza de la comuna de San Bernardo durante aquella Navidad, en donde se regalaron más juguetes a los niños, tarea a cargo de la asociación de beneficencia La Gota de Leche. Se mantuvo también la luminaria del pino hasta pasado el Año Nuevo. Hubo algunos gestos similares en Valparaíso a cargo de la empresa.
Desde la decoración con luminarias en calles, plazas y fachadas de edificios, entonces, se iría pasando a los juegos de luces dentro del propio hogar. No obstante, un eterno problema de las Navidades -y acentuado con los años- ha sido el peligro de los sistemas de luminarias de baja calidad: si antes había posibilidades de incendios con las luces de velas, ahora será con los cortocircuitos, fundiciones accidentales y otros siniestros también causantes del temido fuego. Aunque la tecnología de luces eléctricas sea más segura, de todos modos ha habido casos en que terminaron arruinando fiestas. Ciertas historias orales aseguran que hubo algunas tragedias en el Norte Grande durante la fiebre salitrera, además, cuando muchos cantones y oficinas tenían sistemas de corriente continua.
Como sucede en todo el mundo, los pinos navideños también reflejan mucho de la época y las tendencias estéticas de cada período en Chile: los recargados y casi barrocos de tiempos victorianos, siempre alusivos al invierno del hemisferio boreal, hoy se han ido volviendo electrónicos y con luces extravagantes, propios de la sociedad tecnológica. En ciertos períodos también han sido muy abstractos, casi vanguardistas y pops en sus líneas de diseño. En los años sesenta estuvieron de moda ciertos pinos navideños importados y hechos en un material flexible plateado con flecos a modo de ramas, muy a tono con la cultura post beat y googie en plena psicodelia futurista. El problema era que este material cromado era conductor, de modo que hubo quienes sintieron el estremecedor abrazo navideño de la electricidad cuando, casualmente, se metía alguna de aquellas láminas en el soquete de las pequeñas luces decorativas. La preferencia por pinos naturales y de breve duración verde, en cambio, se resolvía aún con pequeños ejemplares cercenados o bien ramas de coníferas más grandes que terminan ornamentadas en algún rincón de los hogares. En Santiago, por ejemplo, fue célebre antes la venta de estos pinos reales en lugares como la feria navideña de calle Fernández Albano, en la comuna de La Cisterna.
Por curioso que pueda sonar, aún se oían por algunas voces disconformes con la presencia de los pinos navideños en la tradición chilena durante la segunda mitad del siglo. La disonancia principal era por su alusión invernal, al mismo tiempo en que los Viejitos Pascueros se asaban en sus propios jugos durante la Navidad meridional, caída en pleno verano. La obsesión con el invierno nevado llegó a tal punto que muchos decoraban el pino y hasta el pesebre con motas de algodón, simulando nieve, algo fomentado también por la publicidad y la ambientación de las vitrinas de ciertas casas comerciales. De hecho, el trineo con los renos, los muñecos cascanueces, los hombres de nieve, los bastones de caramelo, el propio traje de Santa Claus, los muchos pinos sintéticos en color blanco y el paradigma mismo de los bosques coníferos han sido unas muy abusadas imposturas veraniegas por este lado del mundo.
Entre los críticos más molestos de aquellas tendencias figuró Manuel Gandarillas, quien expresaba sus descargos en un artículo publicado por la revista "En Viaje" de diciembre de 1959, en donde leemos:
En lugar de los árboles nevados del Viejo Pascuero, podrían colocarse los Reyes Magos y por si alguno estimada que estos personajes legendarios también resultan importados, creemos que todo se arreglaría con un huaso bien montado que podría llamarse Ño Pascual y que cabalgara por las vitrinas luciendo apegualada a la montura una bolsa tricolor repleta de juguetes para niños chilenos que tienen una Pascua con sol y con estrellas, sin brumas, sin ventiscas ni nieve.
Pero querer pelear con los árboles de Pascua era como hacerlo con molinos de viento, a esas altura: no sólo habían sido adoptados ya hasta lo profundo entre la sociedad chilena, sino que también se importaron ritos asociados en otras latitudes a su simbología y presencia. Por esta razón, la tradición de levantar grandes pinos navideños en centros comerciales de los Estados Unidos y Europa lleva tiempo copiándose en Chile, por supuesto, y algunas municipalidades los instalan en las plazas de armas de sus comunas o bien en los mismos edificios administrativos. Ciertas iglesias también asumen este desafío, generalmente armándolos en explanadas o enfrente de las fachadas de los templos, en donde puedan caber y lucirse tan enormes estructuras, de variados diseños y con las infaltables luminarias propias.
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