El Día de los Santos Inocentes
"La Masacre de los Inocentes" según Lodovico Mazzolino, siglo XVI. Imagen publicad en BBC Mundo.
Las reservas de la Iglesia para con el carácter festivo y hasta jocoso que a veces tendría a adoptar el período de la Navidad en otras épocas no pudo impedir la incorporación de bromas y travesuras del Día de los Santos Inocentes, cada 28 de diciembre. Por alguna razón, ser la conmemoración de un macabro episodio como la masacre bíblica de niños menores de dos años, no sería óbice para que, a la larga, dominara en ella un espíritu de provocación traviesa y algo irreverente.
A mayor abundamiento, el día de marras es aquel en que se supone ocurrida la matanza de niños nacidos en Belén y menores de dos años, ordenada por Herodes El Grande. Este creía que, con tan radical y despiadada acción, podría frustrar el aviso de que había nacido el allí el Mesías, algo anunciado por los profetas y de lo que se había enterado el gobernante al entrevistarse con los reyes magos, quienes iban camino al lugar del nacimiento siguiendo la estrella guía. La fuente de estas creencias está en el Evangelio de Mateo 2: 1-18, recordando allí también la profecía de Jeremías:
Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo en que había aparecido la estrella; y enviándolos a Belén, dijo: “Id allá, y preguntad con diligencia acerca del niño y, cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore”.
Y ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que, llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y cuando vieron la estrella, se regocijaron con gran gozo. Y cuando entraron en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, le adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, e incienso y mirra.
Pero avisados por revelación, en sueños, que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino. Entonces Herodes, al verse burlado por los magos, se enfureció en gran manera, y mandó matar a todos los niños que había en Belén y en todos sus alrededores, de dos años para abajo, según el tiempo que había averiguado de los magos.
Entonces se cumplió lo que fue dicho por medio del profeta Jeremías, cuando dijo: “Se oyó una voz en Ramá, llanto y gran lamentación; Raquel que llora a sus hijos, y que no quiso ser consolada porque ya no existen”.
Debe observarse que Mateo es el único de los evangelios canónicos que relata aquella matanza de niños, aunque apareciendo también en el Evangelio Armenio de la Infancia, obra de autor desconocido que figura entre los libros apócrifos. Sin embargo, las proporciones de poblaciones y nacimientos en la región, según cálculos actuales, harían bastante improbable que se hubiese tratado de una gran masacre de infantes menores de dos años, en caso de haber existido. Cronistas de la época y región, como el famoso judeorromano Flavio Josefo, jamás mencionaron algo sobre aquella tragedia a pesar de haber dedicado gran parte de su trabajo a la figura de Herodes, sus paranoias violentas y su terrible temperamento.
Pero cabe recordar, como hecho principal, que Herodes El Grande había falleció cuatro años antes de la fecha señalada en la tradición como la del nacimiento de Cristo. Había dejado heredado el trono en su hijo Herodes Antipas, otro importante personaje de la narración bíblica, por lo que tal matanza no debería ser parte de su prontuario si nos ajustamos a las fechas consensuadas.
En otro aspecto, la figura de los infanticidios en masa tiene algo de universal, además: se repite en otras tradiciones como la del dios hindú Krishna, avatara de Vishnú y quien sobrevive a los asesinatos de bebés dispuestas por el rey Kamsa. La leyenda del rey Arturo y Camelot también tiene un elemento narrativo parecido, derivado de la profecía del mago Merlín respecto de que un niño nacido un primero de mayo derrumbaría al reino: aunque varios de los que tenían esta característica fueron eliminados en una vieja barca hundida, sobrevivió Mordred, el anunciado por la predicción, precisamente. Este malévolo personaje era hijo de Arturo y su media hermana hechicera Morgana producto de engaños y accidentes que condujeron a una relación incestuosa.
El elemento común y connatural a todos los relatos de las matanzas de niños, incluido el Evangelio de Mateo, es la inocencia y pureza infantil de quienes fueron víctimas: los infantes que, en la tradición, ascienden directamente al cielo e incluso se convierten en ángeles, sin pasar por juicios divinos ni expiación de pecados para tocar la gloria y la santidad. De ahí el concepto para el 28 de diciembre, entonces: Día de los Santos Inocentes.
Sin embargo, como el mismo concepto de la inocencia alcanza también para señalar a los cándidos, excesivamente crédulos e ingenuos en general que pueden ser víctimas fáciles de las travesuras o bromas, el Día de los Inocentes dio a España la posibilidad de jugarle bromas o inocentadas a la gente en el mismo santoral, especialmente a los que olvidan que están en la fecha de la fiesta. El grueso de la tradición quedaría vinculado a esta clase de costumbres populares, incluso con fiestas multitudinarias y aires carnavalescos de cierta influencia pagana o precristiana, como la llamada celebración del Día dels Enfarinats en Alicante, en donde la muchedumbre se arroja harina en las calles. La comunidad de Valencia hace algo parecido, llamándolo Día de los Locos.
¿Cómo fue que el aniversario de algo abominable llegó a volverse una celebración jocosa? El periodista chileno Manuel Jofré N., en un artículo de la revista “En Viaje” de la que era redactor en esos días (“Tradiciones de Navidad y de los santos inocentes”, diciembre de 1951), asegura que la masacre herodiana fue recordada ya en la Edad Media de una forma sumamente extravagante, especialmente en París: con jóvenes saliendo a las calles disfrazados de sacerdotes, realizando toda clase de irreverencias y hasta eligiendo un Obispo de los Locos que iba bendiciendo a la muchedumbre durante los pasacalles.
"Masacre de los Inocentes", en La Maestà del artista Duccio. Museo dell'Opera del Duomo, en Siena.
Fiesta del Día de los Inocentes en el Stade Francais de Las Condes, anunciada en la prensa santiaguina en diciembre de 1934.
Portada de la revista de humor político chilena "Topaze", con caricatura de Pepo (René Ríos Boettiger) satirizando a inicios de 1958 con el Día de los Inocentes y personeros del segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo.
Sin embargo, hay confusiones muy comprensibles entre el Día de los Inocentes y el Día de los Locos, surgido en la Europa Central. Hasta hoy, en los Estados Unidos cada 1 de abril (coincidente con el día de la matanza de niños en el legendario arturiano, curiosamente) se celebra la fiesta del April Fools’ Day, en donde los participantes se juegan toda clase de bromas -inocentes o pesadas- entre sí. Parece proceder de la celebración celta llamada Festum Fatuorum, alguna vez compartida en Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Países Bajos, Alemania y Suiza. El paralelismo entre esta celebración y el Día de los Inocentes, así como la similitud de los comportamientos que despliega público en ambas tradiciones, resultan de todo evidente, aunque se trate de fiestas distintas. Tanto es así que un filme de terror y misterio de 1986 dirigido Fred Falton, “April Fool's Day”, fue retitulado para el público hispano parlante como “El Día de los Inocentes” e “Inocentada sangrienta”, buscando asociarlo con esta fecha y no la original del argumento.
En el April Fools’ Day, además, puede haber cierta influencia pagana proveniente de las fiestas Veneralias dedicadas en el mundo antiguo a la diosa Venus Venticorda en el primer día de abril. A su vez, esta fiesta pudo fundir sus tradiciones con las Hilarias, que eran celebradas poco antes, cada 25 de marzo, en honor de la diosa Cibeles, ocasión en que sus participantes se disfrazaban, realizaban trucos y bromas, con licencia para burlarse del prójimo. Es lo que observa el periodista Abel G.M. en un artículo para la sección de historia de la “National Geographic” (“El origen histórico del April’s Fool’s Day”, 1 de abril de 2021). El día era temido y se le adjudicaban creencias supersticiosas incluso entre grandes monarcas, según anotó en su tiempo Jofré.
Las costumbres peninsulares del Día de los Inocentes o de los Santos Inocentes Mártires fueron llevadas desde España hasta el Nuevo Mundo encontrando gran penetración también en el territorio de los actuales países hispanoparlantes, incluido Chile. Ubicado entre los días de San Juan Evangelista (27) y del Rey David (29), fluidamente formó parte de todo el período de las celebraciones en el calendario de fin de año, desde la Nochebuena hasta la Pascua de los Reyes Magos a inicios del siguiente año.
El Sínodo de Concepción de 1744 reconocía a la celebración de los Santos Inocentes entre los días festivos generales, último de cada año, “que por privilegio de la Santa Sede, y probada costumbre están introducidos”, según sus actas publicadas en el año siguiente. La fecha fue reafirmada en encuentros como el Sínodo de Santiago de 1763. La misma mirada religiosa de los Santos Inocentes seguirá siendo patente en los sínodos y otros encuentros realizados en el país durante el siglo XIX. Así, monseñor Rafael Valentín Valdivieso funda entre mayo y abril de 1877, no mucho antes de su muerte, el curato de los Santos Inocentes en el distrito de la Rinconada en San Felipe, dentro de una parte de la circunscripción aconcagüina que había pertenecido a la Parroquia de Santa Rosa de los Andes.
En contraste, tradicionales bromas y pitanzas se realizaban ya entonces siguiendo el modo español de la celebración, como la de embaucar a quienes prestaran dinero u objetos durante la mañana del día 28. Estas prácticas eran frecuentes incluso en las élites políticas y las clases aristocráticas, en donde se tomaba como algo bastante serio el asunto de evitar caer en los engaños y “pasar por inocente”. Se ha dicho que hombres públicos como el ministro Diego Portales habían sido hábiles jugando esta clase de bromas a sus amigos o familiares más incautos, así como algunos mandatarios de años posteriores.
Pero el Día de los Santos Inocentes tuvo presencia también en las tradiciones populares más conservadoras y solemnes de la República, principalmente en la religiosidad popular, como era el caso del verso devocional y el canto a lo divino. La poeta Rosa Araneda, por ejemplo, conocida por sus composiciones para la “Lira Popular” hacia los años del gobierno de José Manuel Balmaceda, aparece dedicando uno de sus poemas al relato bíblico en un folleto informativo publicado hacia las últimas décadas del siglo XIX y que se conserva en el Archivo de Literatura Oral y Tradiciones Populares de la Biblioteca Nacional. La pieza de marras parece corresponder a la autoría su pareja también versista Daniel Meneses, sin embargo, ya que aparecerá publicada también en su poemario “Las glorias literarias”, de 1903, cuando Rosa ya había fallecido. Bajo el título “La degollación de los Santos Inocentes en Belén”, entonces, leemos allí el siguiente verso a lo divino que reproducimos en parte:
Gran número de inocentes,
Herodes hizo degollar,
Jamás pudo asesinar
Al Divino Omnipotente.
Mandó Herodes el cruel
Hacer la degollación;
Por no tener compasión
El castigo cayó en él.
Otro hecho como aquel,
No habrá visto los vivientes;
Hasta ahora están patentes,
Digo aquí con reverencia,
Que hizo morir sin clemencia
Gran número de inocentes.
Las madres desesperadas
Con aquel acto inhumano,
Maldecían al tirano
Casi todas enojadas;
Nunca fueron consoladas
En aquel santo lugar;
Horroriza pensar,
La argucia de las mujeres
Y una multitud de seres
Herodes hizo degollar.
Persistiría por largo tiempo la extraña dualidad criolla que tomaba a la tragedia de los mártires inocentes de Belén como una fecha dramática maculando el relato de la Navidad, al tiempo que daba la oportunidad a expresiones de alegrías más propias de un carnaval o de un evento de celebración popular… Al llegar el siguiente siglo, entonces, resultaba evidente que este último rasgo había acabado por imponerse en la contemplación más espiritual de la fecha santoral.
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