La tradición de los carros navideños de Iquique
Imagen de un antiguo carro navideño paseando por las calles de Iquique. Fuente: portal Sol de Iquique.
Un antecedente de la vigente tradición de los Carros Navideños o Pascueros de Iquique se remonta a la época de las salitreras del Norte Grande, cuando los habitantes de campamentos y oficinas mineras solían armar comparsas de artistas aficionados para entretener al público en días festivos y celebraciones significativas de la comunidad, generalmente compuestas por empleados, obreros y miembros de sus familias allí residentes. Vestidos con disfraces y otros con maquillaje de payasos, estas compañías guardaban cierta semejanza también con las del clásico arte del volatín y las que se armaban también entre los soldados chilenos durante la Guerra del Pacífico para entretener a las tropas, con manifestaciones que, ciertamente, forman parte de la historia del circo chileno.
Las comparsas de artistas improvisados que realizaban sus presentaciones cómicas dirigidas principalmente a los niños y al público familiar recorrieron en carretas y después en destartaladas camionetas las grandes extensiones de los desiertos, presentándose así en otras oficinas y poblados de la pampa que hoy no son más que pueblos fantasmas, en su gran mayoría. El intercambio llegó a ser bastante, según parece, y llama la atención el que muchos de sus cuerpos de espectáculos de disfraces y fantasías hayan tenido, según recuerdos de veteranos tarapaqueños, algunas semejanzas con los cuerpos de bailes que se han visto en las fiestas patronales de las mismas regiones nortinas: pieles rojas, cosacos, sultanes, gitanos, gauchos, etc. Puede que haya una relación folclórica no bien tratada aún entre ambas formas de caracterizaciones festivas, de la misma forma que algunos repertorios de bandas de bronces en aquellas fiestas religiosas provienen sin duda de rutinas militares y circos, por intercambio de músicos en tales ambientes.
Caída con estrépito la buena época del salitre chileno después de la Gran Guerra, las oficinas se despoblaron y así se acabaron aquellas formas de espectáculos. Las caravanas de artistas amateurs en carros haciendo sus desfiles de entradas a los pueblos no volvieron a verse, reservándose tal privilegio sólo para los circos profesionales. Las viejas compañías quedaron convertidas en recuerdos extravagantes sobre la época del caliche atacameño, entonces… Sin embargo, el gusto de los nortinos por aquellos pasacalles y desfiles carnavalescos nunca cesó, encontrando una forma que los evoca hasta hoy en Iquique con los carros de Navidad, como parte indispensable de la celebración misma en la zona y que también acusa ciertos grados de influencias con el sincretismo nativo y las muchas fiestas patronales del calendario regional.
Según el convencimiento general de los tarapaqueños y que encontramos también fuentes como "A la tarapaqueña. Prácticas patrimoniales regionales" de Bernardo Guerrero Jiménez, fue en los años cincuenta cuando funcionarios del Servicio de Correos y Telégrafos, quienes tenían su sede laboral ya entonces en calle Bolívar, realizaron los primeros pasacalles con personajes disfrazados y repartiendo dulces u obsequios a los niños desde una camioneta o bien en camiones de la misma empresa estatal. Estos estaban decorados especialmente para la ocasión con motivos y homenajes dedicados a la Navidad, recorriendo así la ciudad para llevar alegría y risas en aquellos tiempos cuando aún se sentía parte de las consecuencias de la debacle salitrera.
De alguna manera, entonces, el espectáculo urbano ofrecido por los funcionarios del medio siglo era parecido a la descrita entrada de las antiguas compañías volatineras y circenses en las salitreras de antaño: los niños corrían hacia los carros y estiraban las manos recibiendo dulces, o contentándose con ver a algunos de los excéntricos disfraces de personajes de fantasía que incluían cascanueces, hadas y duendes jugueteros, además de otros tomados del cine y los dibujos animados que terminarían siendo característicos de tales paseos. Ya entonces estaba instalada la figura del Viejito Pascuero o Santa Claus hasta Iquique, además, y probablemente su papel en la fiesta haya sido conocido tempranamente por la influencia británica en la zona del salitre en el siglo XIX, si consideramos que los ingleses tienen su propio Father Christmas o Padre de Navidad para este mismo rol. El personaje es infaltable en cada carro, de hecho, y quien lo represente en la tarima o remolque es el principal encargado de repartir las golosinas.
Debe recordarse, por otro lado, que los integrantes del gremio de los correos y telégrafos eran los encargados directos de recibir no sólo las toneladas de tarjetas de Navidad que circulaban entre buzones y alforjas en esos años, sino también las cartas de los niños con sus peticiones de regalos para ese mismo Viejito Pascuero. Su relación como "intermediarios" de la Navidad ante los niños tiene un protagonismo derivado del propio servicio en el que trabajaban, entonces.
Desconocemos qué sucedió exactamente después del debut de aquellos trabajadores arriba de los primeros carros iquiqueños, llamados desde entonces Carros Alegóricos, Carros Navideños y Camiones Pascueros. Tampoco parece muy claro si otros gremios de inmediato se hicieron parte de la misma costumbre de ir repartiendo golosinas por las calles de la ciudad, creándose así la tradición. Lo concreto es que, a principios de los ochenta, el sistema de la estatal fue reorganizado por decreto con fuerza ley como parte de la modernización de las comunicaciones llevada en esos años y así el Servicio de Correos y Telégrafos pasó a ser la Empresa de Correos de Chile, separándose del servicio antiguo y cada vez menos solícito de la telegrafía, el que quedó confiado a la nueva empresa creada por el mismo instrumento jurídico y llamada Telex-Chile, ambas dependiendo del Ministerio de Transporte y Telecomunicaciones de Chile.
Revisando la fecha del decreto de marras, es decir, el que crea Coreos de Chile y Telex-Chile, vemos que no pudo ser más significativa para la propia relación de la empresa con el espíritu navideño: 24 de diciembre de 1981, día de la víspera de la Nochebuena. Es una de las razones por las que la empresa de correspondencia pone tanto énfasis, además, en instalar árboles de Pascua, pesebres y realizar un interesante despliegue de decoración navideña en durante el período. Desde ese momento, Navidad y aniversario de Correos fueron lo mismo, lo que podría explicar el entusiasmo con el que asumían sus paseos en carros alegóricos durante varias horas durante el día.
Carro navideño con figura de fantasía, en los años noventa. Fuente: portal Sol de Iquique.
Diferentes fotografías de carros navideños en los años ochenta y noventa, subidas por los miembros del grupo FB "Es de Iquiqueños".
Carro pascuero de la Toyota en 1994, al parecer con el perro-dragón del filme "La historia sin fin". Fotografía enviada por Enzo G. Monsella al grupo FB "Es de Iquiqueños".
Algunos carros navideños de tiempos más actuales, en imagen subida a redes sociales por la Gobernación Regional de Tarapacá, año 2018.
Para los entusiastas iquiqueños, esos cuyos abuelos conocieron las mencionadas caravanas circenses del desierto a la vez que las celebraciones de Navidad de los funcionarios del servicio, la fiesta de Pascua de Natividad del Señor se convirtió en una especie de pequeño carnaval en donde los empleados de Correos de Chile y sus Carros Pascueros llegaron a una exhibición completa, incluso comenzando a tomarse sus calles y plazas desde el mismísimo 1 de diciembre. La tradición se extendería tanto que, en algún momento que no hemos podido precisar, se salió del ámbito gremial y comenzó a ser invadida por voluntarios de otros rubros o barrios, fascinados con la idea de disfrazarse con trajes de fantasía, animales o personajes navideños y salir a repartir regalos o caramelos entre los niños de Iquique, quienes aún corren detrás de los camiones. Estos últimos dulces suelen ser llamados pastillas, además, o al menos así era entre los niños de antaño.
Aunque serían definitivamente Correos de Chile y sus celebraciones de aniversario el mayor fomento a la actividad de los Carros Pascueros en Iquique, otras versiones menos difundidas de la historia señalan también que la tradición sobre ruedas provendría en realidad de las industrias pesqueras, hasta donde muchos ex trabajadores del salitre fueron a buscar una nueva vida después de la caída de la industria minera. Guerrero aclara, sin embargo, que aquellos empleados de la pesca se acoplaron a la misma tradición en los años ochenta, cosa que también comenzaba a ser imitada en otras empresas y organizaciones, como dijimos.
Otra versión sobre su origen la encontramos en un artículo de “El Sol de Iquique” (“Iquiqueños y la tradición de los ‘carros pascueros’”, 15 de diciembre de 2021): señala que los creadores del camión con adornos navideños fueron en realidad los de un grupo de músicos de la ciudad, quienes incorporaron al conjunto un Viejo Pascuero y así partieron a las casas entregando regalos y dulces para los pequeños. Aún es corriente que los carros lleven bandas de bronces o música en parlantes como parte de la "tripulación", dicho sea de paso, haciendo así sus circuitos de alegría y caramelos musicalizados. Los compases de canciones navideñas se sienten en la distancia en cada barrio durante aquellas pasadas, agitando corazones y sirviendo de anuncio para la llegada inminente de un carro.
Otro poco más de luz la aporta un testigo de la época en el mencionado medio de comunicación nortino. Se trata de don Edgardo Barría Barría (“Los carros pascueros dan vida a la navidad a Iquique Glorioso”, diciembre de 2010), quien dice allí desde sus recuerdos:
La idea de los carros alegóricos nació en la década del 50 de los trabajadores del Correo, quienes prepararon un camión con adornos navideños e instalaron un viejo pascuero, un grupo de músicos y alegraron las calles de Iquique en su recorrido.
Con nuestra inocencia, cuando veíamos un carro alegórico corríamos detrás de él, arriesgando a veces nuestras vidas que otro vehículo nos atropellara, pero nuestro objetivo era que el viejito pascuero nos tirara una pastilla.
Con mi hermano Víctor, corríamos a juntar esos caramelos, porque las que nos entregaba el viejito pascuero tenía más valor que ser comprada, ya que la aventura de correr y tomar una de ellas en la multitud de niños, era una odisea.
A través de los años, nacieron en Iquique 28 industrias pesqueras y como ahí había más dinero, los trabajadores confeccionaban unos carros con el “mono” de moda, moviéndose y con luces destellantes, que parecía que venían de otro planeta y lo mejor para nosotros, con pastillas de mejor calidad, hecho que opacó a los fundadores de esta idea, los trabajadores del Correo.
El mismo señor Barría decía allí que su hermano Víctor conducía el Carro Pascuero de las pesqueras Guanaye, Eperva y Corpesca al momento de verter sus memorias en el señalado reportaje, en tanto que “desde la cabina lanzaba pastillas, mientras otros niños de otra época siguen haciendo lo mismo, recoger pastillas y con ello que sean felices en su mundo de fantasías, igual como las vivimos nosotros”. De hecho, en el pasado hasta fue corriente una soez expresión infantil que se convirtió en dicho popular para los iquiqueños, surgida en el momento en que a los carnavaleros de los camiones se les acababan los dulces para repartir o dejaban atrás a los chiquillos: “¡Tira pastillas, viejo caga’o!”.
Cabe comentar que algunos camiones circulan hasta ahora con personajes que también usan atuendos muy parecidos a los que se ven en las fiestas religiosas en ciertos casos, como diablos y osos, pues el cruce cultural es inevitable en tierra de fiestas tan grandes como La Tirana y San Lorenzo. De hecho, en ciertos casos se acompañan de repertorios musicales parecidos a los de las fiestas patronales. Algunos incluso visitaban y danzaban un rato en sectores de sepulturas de niños en el cementerio, buscando alegrar almas más allá de la vida y la muerte. Las luminarias nocturnas recargadas también se han ido volviendo cada vez más espectaculares en estos carros, volviéndose parte de la competencia por quién consigue armar el mejor de todos.
Quienes han sido testigos de aquellos periplos de las comparsas modernas pueden confirmar la cantidad de dulces o pastillas de todo tipo que reparten a puñados desde los carros en movimiento. Son tantos que, incluso antes de la fecha de Nochebuena, algunas calles y avenidas están llenas de pequeños caramelos todavía en sus envoltorios, permitiendo al visitante una interminable degustación de golosinas como candies, bastones, caramelos sólidos, chupones, calugas, regalices, malvas, mieles, etc. En ciertos tramos de las rutas los chiquillos ya ni siquiera requieren de esforzarse por alcanzar a los varios camiones y camionetas: basta con seguir su dulce estela y agacharse a recoger los que quedaron a su paso.
Si los Carros Pascueros se han ido sofisticando en Iquique, no menos ocurre con los disfraces y la escenografía que suelen montar arriba en el sector de carga. Como los circuitos se extienden hasta tarde en la noche y con la licencia de la música, las descritas hermosas luminarias dan a la ciudad completa un aspecto encantador en esas horas oscuras. Desde el poblamiento y la fundación de la cercana localidad de Alto Hospicio, además, los carros comenzaron a llegar también hasta las alturas enfrente de la costa y del Cerro Dragón. También se han vuelto cada vez más frecuentes la incorporación de personajes y elementos tomados desde la cultura popular moderna, siempre dirigidos al interés de los niños. Ya más normadas tales manifestaciones, los carros y sus conductores deben pasar también una selección y contar con autorizaciones correspondientes, además de cumplir protocolos de seguridad.
Algunos vecinos tienen roles importantes en el armado y paseo de los carros durante la fiesta, además, habiendo verdaderos maestros de diferentes áreas involucradas en la tradición. Entre los iquiqueños que representan a Santa Claus, asándose dentro del traje bajo el calor tarapaqueño, ha destacado especialmente don Martín Cortés, por ejemplo, siempre arriba de su carro familiar. Destacados son, también, ciertos maestros decoradores de los camiones, como el octogenario José Orlando Araya Zavala, dueño de un taller cercano al Mall Plaza Iquique. Varios de los camiones son arrendados para ornamentalos y pasearlos en la ocasión, de hecho.
Aunque en Iquique han aparecido algunos fatalistas contrarios a la fiesta y reclamando especialmente por el ruido, por su estética poco elegante o por temores sanitarios relacionados con la repartición de caramelos, otras ciudades han ido imitando la misma tradición que recuerda, inevitablemente, a las desaparecidas comparsas salitreras del pasado. Intentos de suspender las caravanas o trenes navideños en 2019 por la crisis social y en 2020, por el contexto de la pandemia de COVID-19, culminaron en reclamos y hasta inéditas jornadas de protesta en la ciudad. De este modo, se realizan año a año con el mismo sentido profundo, surgiendo los émulos de la tarapaqueña fiesta en otros lugares como la también nortina ciudad de Tocopilla e incluso en la comuna santiaguina de Maipú.
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