Leyendas del cola de mono: del anís al presidente Montt
Ponche cabezón, el que se hace muy cargado de aguardiente, pisco o coñac, en agua o leche; el que se prepara en café con leche, se llama cola de mono, nombre que hace recordar la bebida inglesa cocktail, que significa cola de gallo.
Ramón A. Laval, "Oraciones, ensalmos y conjuros del pueblo chileno comparados con los que se dicen en España", para el Congreso Científico Internacional Americano de Buenos Aires, julio de 1910.
El cola de mono es, por excelencia, la bebida de los chilenos a fin de año, pues la campaña o los vinos espumantes (y sus ponches con helados o frutas) se reservan principalmente para los brindis. Antaño aparecía mucho también en las Fiestas Patrias de septiembre y otras efemérides, como la concurrida Fiesta del Roto Chileno en la Plaza de Barrio Yungay. En esta última era protagonista especialmente hacia el Centenario Nacional, continuando con este protagonismo por varias décadas más: era bebido a la sazón junto a otras preparaciones populares como tongos, chuflais, pihuelos, ponche de culén, etc. Autores como Manuel Peña Muñoz en "Los cafés literarios en Chile", sin embargo, adjudican su creación o, cuanto menos, su nombre, a una instancia más refinada: el elegante y copetudo Café Torres, ubicado en la Alameda de Santiago, cuando quedaba su preparación en manos del barman Germán Herpel cada mes de diciembre.
Como se advierte, por sus características tan refrescantes, el cola de mono suele ser consumido y producido con abundancia en el período de primavera y verano. A pesar de las muchas teorías sobre su origen y de cuánto se podría especular sobre dónde surge la receta, hay algunas de ellas parecidas en la tradición de cócteles y refrescos populares del pasado, como fueron el ponche de leche y el helado de café, por ejemplo, aunque no sean exactamente iguales. Ambas preparaciones son descritas, por ejemplo, en el “Manual de confitería, pastelería y botillería” de 1876, publicado por las Librerías del Mercurio en Valparaíso.
A mayor abundamiento, a la sazón aquellos ponches con leche y malicia o "cabezones" eran bastante recurridos en celebraciones públicas, fiestas religiosas y aniversarios patrios, además de naranjadas, chocolates y horchatas con algún aditivo alcohólico, todavía a inicios del siglo siguiente. Sin duda estuvieron presentes en la gran feria de la Alameda de las Delicias que se hacía en Santiago para recibir la Noche Buena. Aún es posible encontrar, de hecho, algunas fiestas religiosas del país en donde se sirve leche tibia con aguardiente durante noches y mañanas frías, especialmente en el Norte Grande, mientras que en el Altiplano de Bolivia son tradicionales algunas bebidas lácteas con alcohol como la leche de tigre y el sucumbé, preferidas para combatir las heladas del alba.
Lo tradicional en Chile, sin embargo, aún es que el cola de mono sea preparado en abundancia hacia fin de año y consumido frío, especialmente en aquellas noches tibias al final de año. La coincidencia de sus especias con las del pan de Pascua dieron impulso a la costumbre de consumir ambos productos típicos juntos, así como dejarlo asociado al período de Navidad aunque no exclusivamente, como hemos dicho, mientras que su característica refrescante resulta ideal para esos días al inicio del verano del hermisferio sur. Se lo hace en una olla o fondo de varios litros, que después se embotellan artesanalmente. Para esto, se juntaban botellas vacías durante meses entre ciertas familias que lo regalan entre los suyos o lo ponen en venta. De este modo, cuando hay tal producción casera el cola de mono también puede representar un oportuno ingreso familiar extra para cerrar cada año justo al inicio de la temporada de vacaciones.
Hecho con leche, azúcar, café y especias como clavos de olor, nuez moscada, etc., lo normal era darle toda su "potencia" con aguardiente, coñac o pisco, aunque con el tiempo se usarían también whisky, vodka y otros destilados espirituosos. La proporción de bebida alcohólica era más o menos dos copas por cada litro de leche, aunque algunos lo preferían todavía más "cabezón" y, por lo tanto, embriagante. Para los niños antes se hacía también una versión sin alcohol en los hogares.
No siendo tan poca su semejanza con otros ponches extranjeros que se beben en la temporada de Navidad, esto da pie a la idea de que el cola de mono podría tratarse de una importación pero pasada por procesos connaturales de chilenización y adaptación-adopción cultural, si fuese tal el caso. Había algo de alquímico en su receta, además: una especie de transmutación milagrosa al mezclar lo que podría esperarse más de licores tipo grocs de marinos y piratas o bien de ponches tibios con base de leche como los ya mencionados, pero para bebidas frías y refrescantes de ciudad como es esta, con el caluroso verano encima de sus diciembres. Se decía antes que algunas versiones clásicas del mismo pochen incluían también huevo o solo las claras, pero no parece haber sido la norma.
En otro aspecto, el cola de mono ha logrado imponerse como una bebida de fiesta pero, a diferencia otros la champaña y otras preparaciones para celebrar, sus reinos son más folclóricos y ligados al criollismo. Fue así como, si la chicha era el sello propio de la fiestas patrióticas y más tradicionalistas del pueblo, el ponche cola de mono terminó ocupando el mismo lugar pero en las Pascuas de Navidad, principalmente, aunque podamos contar con ambos fuera del período respectivo, con la posibilidad de prolongar su ingesta durante todo el año. Empero, también resulta curioso que un trago de ingredientes calóricos como la leche y el café no se consuma tibio o caliente como otras bebidas y ponches del hemisferio norte: nuevamente, es el calor veraniego el determinante, exigiendo que el cola de mono se sirva muy frío y funcione como una exquisitez refrescante.
Por lo anterior, la placentera preparación ha sido popular en todo Chile, de norte a sur, algo inherente a las celebraciones de fin de año. Algunos bares o restaurantes han logrado dar con recetas propias que han pasado a formar parte de la historia de la coctelería tradicional del país, además: casi no hay un productor que no destaque en cada localidad, aunque sea sólo en la temporada. También se cree que el ponche de leche y café estaría vinculado desde su origen con las tradiciones de Santiago, tanto en la formulación original de su receta, en su nombre y en los hitos de su comercialización en los mercados nacionales. En el folclore urbano de Valparaíso, sin embargo, hay quienes lo estiman con un posible su origen en el puerto. Y en tiempos relativamente recientes, además, comenzó a ser producido de manera industrial por compañías pisqueras y otras embotelladoras.
Empero, a pesar de su popularidad y los elogios merecidos, nunca ha estado claro cómo fue el surgimiento del cola de mono, ni la razón de tan estrafalaria denominación. Podría ser una variante de aquellos ponches de leche que se tomaban mucho desde el siglo XIX, como dijimos, pero tampoco hay claridad al respecto. Ya en 1910, el bibliógrafo y escritor Ramón Laval decía en un texto reproducido en los "Anales de la Universidad de Chile" que el "ponche cabezón" hecho con mucha aguardiente, pisco o coñac con leche, cuando lleva café "se llama cola de mono, nombre que hace recordar la bebida inglesa cocktail, que significa cola de gallo". El artículo fue presentado por el autor en "Oraciones, ensalmos y conjuros del pueblo chileno comparados con los que se dicen en España", durante el Congreso Científico Internacional Americano celebrado en Buenos Aires en julio de ese mismo año.
La cuestión del origen y nombre del cola de mono, entonces, ha sido un debate no oficial pero de muchas décadas ya, con propuestas de diferentes calibres que, sin embargo, no han logrado atinarle al centro de un blanco seguro y muchas veces pueden ser refutadas con facilidad. Se hace imposible no abordarlo acá, entonces, con algunas observaciones pertinentes al mismo tema.
Una de las teorías más extendidas supone que, inicialmente, el cola de mono se hacía también con anís además o en lugar del aguardiente; o bien que se utilizaban las botellas de una conocida marca de aquella bebida espirituosa para su almacenamiento artesanal. Según esta idea, las botellas más populares con el producto anisado llegado a Chile eran las correspondientes a la histórica y célebre marca española Anís Refinado Vicente Bosch, más conocido como Anís del Mono: su etiqueta mostrando un simio de cola enroscada y rasgos perturbadoramente humanos en su rostro, casi cual eslabón perdido de Darwin (según cierta leyenda, se inspiraba en las caricaturas simiescas ridiculizando el evolucionismo), sería el aliciente para llamar cola de mono al ponche chileno que se ofrecía embotellado en esta botella reutilizada.
Dicho de otro modo, se supone que la aún utilizada imagen corporativa de las etiquetas del Anís del Mono había provocado la asociación zoológica y nominal del brebaje. Esto, porque la atención del público se fue hasta el detalle de la cola del primate allí dibujado, al menos en la teoría, aunque entre fines del siglo XIX y principios del XX hubo no pocas bebidas y tónicos que se hacían llamar colas o kolas, algo que incluye a los productos estrellas de las dos más grandes compañías internacionales de gaseosas que aún disputan el mercado. También veremos que el concepto del Anís del Mono también fue asociado a Montt, curiosamente.
Cabe señalar que el anís de marras era la principal marca española del producto, fundada en Badalona en 1870 y muy solicitado entre las clases más acomodadas en Chile. Hacia el Centenario Nacional llegaba a través de los agentes Arm. Ponsot & Cía, con dirección en Bandera 109 de Santiago. Y aunque la botella era muy bella y apreciada en toda Hispanoamérica, cuesta confirmar que su intensamente aromático contenido haya sido usado para alcoholizar cola de mono, más que con la popular aguardiente.
Por otro lado, aun si el ponche criollo mantenía la etiqueta de la botella en la que sólo era envasado, quedando asociado de alguna forma con la cola del antropoide, sucede que el famoso mono no se caracteriza por una larga o demasiado vistosa cola. Esto nos parece un hecho bastante revelante. De hecho, en el dibujo elegido por Bosch para etiquetar el anís, hay detalles mucho más interesantes y hasta intrigantes, como es su señalado rostro humanoide. La cola es algo muy secundaria en todo aquel diseño.
Escena de la feria navideña de la Alameda de las Delicias, por Abelardo Varela en la "Revista Cómica" de 1897. Se ve un puesto con una olla ponchera.
Poemas humorísticos de corte político publicados en la revista "El Fígaro", año 1899 y 1900. Ya mencionan al colemono y colemón, mucho antes que don Pedro Montt alcanzara la primera magistratura.
"El día de la elección don Pedro Montt va a tomar una gran borrachera del popular Cola de mono". Caricatura política publicada en la revista satírica "El Fígaro" en 1901, a propósito de las reñidas elecciones presidenciales. Montt es representado con cola de simio y acentuando sus rasgos de piel oscura.
Caricatura satírica de la revista "La Lira Chilena" en el período del 18 de septiembre de 1901, burlándose de los puestos de bebidas "sanas" instalados por la Liga Contra el Alcoholismo. Se supone que la escena transcurre en La Pampilla del Parque Cousiño, actual O'Higgins. Entre los carteles de ofertas, aparecen el ponche de leche y el cola de mono.
Izquierda: etiqueta de Anís del Mono, con su intrigante primate como personaje. Derecha: retrato fotográfico del presidente Pedro Montt (1849-1910).
Ilustración publicitaria de 1909 para Anís del Mono, en revista “Teatro y Letras”, con cierta orientación aristocrática más bien contrapuesta al origen del popular y modesto cola de mono.
Otra teoría sobre el origen y la denominación del producto típico la aporta el costumbrista chileno Manuel Antonio Román en su "Diccionario de chilenismos" de 1901, en donde propone que sería el color marrón o café lo que habría inspirado su particular nombre. "Llama aquí el pueblo, sin duda por el color que toma, una bebida compuesta de aguardiente, café y leche", informa el autor. En esta explicación se interpreta alusiva a la cola real del mono y puede que esta asociación haya sido posible, pero suena difícil que la sociedad chilena del siglo XIX o principios del XX estuviese suficientemente familiarizada con el pelaje dominante entre los primates como para darle su nombre a un ponche, a partir de esta comparación, más que por las visitas de algún organillero o un circo con con animales exóticos. Es de suponer que algo más debió haber, entremedio.
En el mismo año de la publicación de Román, la revista “La Lira Chilena” del 22 de septiembre ofreció un texto con el siguiente comentario, firmado por un tal Montalvini, verificando lo conocido que era el cola de mono ya en ese momento:
La cosa marchaba bien; el adiós me estaba saliendo de lo más afectuoso y sentimental; cuando a la señora se le antoja matar ese sentimiento dándome cola de mono y aquello fue como dinamita: de la pura cola de ese mono nació una mona tan chúcara que me estropeó hasta los sentimientos más íntimos del hombre… Yo, a fin de apaciguar la mona, le echaba más mono y… contra nada, por la pura piedra, todo era inútil; ni con todo el regimiento de monos montados que había en la casa de la señora, se calmó la muy brava.
Un dato especialmente concreto e interesante sobre el origen de la bebida lo entrega después Eugenio Pereira Salas en sus “Apuntes para la historia de la cocina chilena”. Allí declara de manera categórica que la creadora del ponche sería una conocida y clásica comerciante del actual sector de Parque Almagro, en calle San Diego, además de hallarlo relacionado con el ponche de leche al que también nos hemos referido. El local era el de doña Juana Flores, centro bohemio que tenía el nombre Cola de Mono, precisamente. Mantuvo por muchos años más su profano prestigio en San Diego 512, hasta desaparecer el inmueble al parecer por un incendio y luego una gran demolición del sector.
Muchos creían, sin embargo, que el inventor del ponche habría sido en realidad el marido de la señora Juana, y que el nombre real del ponche era colemono, denominación que la corrección nacional habría convertido en cola de mono. Se sabe que los clientes del establecimiento lo tomaban comiendo pan de Pascua, llegando incluso algunas celebridades a conocerlo e importante representantes del gremio de las letras y el periodismo. Sin embargo, la fecha de popularización del brebaje en este local parece más tardía que las menciones del mismo ya revisadas, lo que hace dudar de su origen en el mismo lugar, ya que es posterior al Centenario Nacional.
Pero las más famosas teorías (o leyendas) sobre el origen y el nombre del cola de mono se relacionan principalmente con la figura de uno de los mandatarios más prominentes, trascendentes y controversiales de la historia política chilena: don Pedro Montt Montt, al que tanto se agradecen sus aportes al desarrollo de los transportes y comunicaciones, pero cuya memoria tendrá que cargar con la mácula eterna de la Masacre de Santa María de Iquique en 1907 y sus desaciertos económicos por exceso de emisiones monetarias. Presidente de la República desde 1906, también iba a ser el encargado de conducir las fiestas del Centenario Nacional en 1910, hasta que el destino quiso apartarlo sólo un mes antes, mandándolo a la tumba.
En todas esas variaciones de la historia sobre la relación de Montt con el trago y otras parecidas que se fueron sumando con el tiempo, además, se indica o sugiere que el cola de mono pasó desde las mesas aristócratas hasta las de manteles de arpillera o de pita de los estratos más bajos. Con esta expansión irían convirtiéndose en un brebaje popular, además de la relativa facilidad de la receta y lo barato de los ingredientes.
La creencia más aceptada sobre el origen del cola de mono relacionándola con Montt -probablemente, por ser la más simpática, aunque no la mejor respaldada con pruebas- es que el nacimiento de la bebida se debe a cierta anécdota del mismo mandatario, ocurrida en una ocasión dada por su activa vida social. Defendida por autores como Oreste Plath, el periodista culinario Álvaro Peralta (Don Tinto), el historiador Belarmino Torres Vergara y el cronista Roberto Merino, entre otros, esta teoría supone que todo ocurrió cuando Montt se encontraba en una fiesta organizada en su honor en la residencia de doña Filomena Cortés viuda de Bascuñán. La casona de la anfitriona se encontraba por el lado de la Plaza San Isidro, ubicada enfrente de la iglesia y parroquia del mismo nombre. Al parecer, Montt hacía visitas periódicas pero más bien discretas por allí.
Entrando en detalles, doña Filomena vivía en aquel lugar con sus cuatro hijas solteras, quienes tenían la costumbre de tocar arpa, guitarra y cantar con gran talento. La matriarca era conocida también por sus elegantes y exquisitos banquetes, como el que ofrecía aquella noche de invierno mientras llovía copiosamente afuera. Pero, en algún momento de la noche, Montt estimó que ya era demasiado tarde y anunció que se retiraría, a pesar del aguacero. De esta manera, pidió de vuelta su revólver marca Colt para irse, pues la costumbre de la época era que las armas se dejaban afuera de los salones de reunión y, por eso, se lo había pasado a uno de los asistentes para que la guardara. Los demás presentes intentaron convencerlo de quedarse, pero Montt se mostró tozudo e insistente en su deseo marchar, por lo que sus amigos fingieron no poder encontrar el arma intentando así retenerlo un poco más.
Tras presionar largo rato al estadista con toda clase de argucias, por fin lograron persuadirlo de que se sentara por otro rato. Sin embargo, a esas alturas de la fiesta todo el vino y el licor ya se habían acabado, así que todos comenzaron a trajinar la cocina de doña Filomena para encontrar algo con qué seguir regando el encuentro sin que Montt se aburriese otra vez. Habrían dado, en el proceso, con una jarra llena de café con leche: en un arranque creativo, entonces, mezclaron este contenido con aguardiente, azúcar y especias de repostería, logrando crear una improvisada y maravillosa bebida, muy sabrosa y agradable al paladar, que bautizaron de inmediato como el Colt de Montt por al arma que aún estaba escondida, para evitar así que escapara su dueño.
Se supone, entonces, que Colt de Montt saltó a la fama y terminó corrompido en el uso popular en cola de mono, nombre que mantiene intacto. Desde ese momento, la receta derivó en algunas versiones levemente distintas entre sí, pero con una base de ingredientes común y propia: leche de vaca, aguardiente, café, azúcar, clavos aromáticos o de olor, nuez moscada, canela, vainilla, etc. Como se consume de preferencia frío, sin embargo, podría especularse, también, sobre alguna relación original entre la parte del nombre cola con la palabra inglesa cold (frío), pero no parece haber propuestas interesantes al respecto. La tradición ha preferido la relación fonética con el supuesto revólver Colt del mandatario.
Otra versión ofrecida también por Plath y relacionando el trago con Montt, lo hace en otro episodio de su vida política. Es lo que el investigador explica en el folleto con las invitaciones a un mitote organizado en su casa (Los Diamelos 2955, Providencia) en una tarde de enero de 1953, a propósito del inicio de la Primera Semana Folclórica Americana:
Cola de Mono. Aguardiente, leche, café , azúcar , vainilla y huevo. El Cola de Mono se bebe en especial para la Navidad. Esta bebida nació en Chile sin nombre, como un café con leche, mezclado con aguardiente; pero por aquella época se originó la campaña presidencial que disputaban la Primera Magistratura de la Nación, don Germán Riesco y don Pedro Montt. Derrotado este último, multiplicáronse los vencedores y, asociando el nombre del moreno caldo de reciente invención con el apellido del malogrado don Pedro Montt, cuyo rostro era, de moreno color, también, convinieron en darle el pintoresco apelativo de Cola de Montt, que pronto se transformó en Cola de Mo... no en los enrevesados e ingeniosos labios del pueblo.
Una docena de pequeños negocios navideños en la feria de la Alameda de las Delicias, ofreciendo al público bebidas "con y sin malicia", en revista "Corre Vuela", diciembre de 1908.
Publicidad para un Casino Almagro en revista "Zig-Zag", febrero de 1915, en la calle ya desaparecida de Inés de Aguilera al costado de Plaza Almagro. Creemos que alguna relación debe tener con el posteriormente llamado bar Cola de Mono, del mismo sector.
Antigua foto de un expendio popular de cola de mono en la Feria Navideña de la Alameda de las Delicias, hacia 1900-1920.
"Si lo quiere, pasar bien / tome ponche de culén / y el cola de mono exquisito / que tienen donde armandito". Cola de mono en el Hotel Pizarro de Puente Alto. Aviso de la revista "El Chuncho", 1931.
Cola de mono y Pancho Villa en el Bar Social de Viña del Mar, en aviso de la revista política "Vocero Liberal", año 1941.
Colas de mono en tierra minera, en aviso de la quinta de recreo Miramar de Tocopilla, publicado en el semanario "La Cosa", año 1954.
Presentaciones elegantes del cola de mono: izquierda, en el sitio Gourmet; derecha, en sitio de tiendas Paris.
Versiones alternativas en aquel legendario dicen que Montt, siendo ya presidente, llegó de una gira con unas armas Colt como regalo oficial. En este mismo periplo, además, había aprendido una receta de ponche en Europa o en América, que decidió traer a Chile. De acuerdo al lingüista y profesor Jaime Campusano, fue la esposa del mandatario, doña Sara del Campo Yávar, la que tomó dicha receta de paso en territorio peruano, camino hacia los Estados Unidos, durante la misma gira presidencial. Allá recibiría Montt sus armas de fuego como obsequio, al mismo tiempo en que ella preparaba y adaptaba al gusto la recién aprendida fórmula que, al carecer de nombre, se sugirió por alguien bautizar Colt de Montt por los revólveres que ahora eran de su marido. Al volver Montt a Chile y preparar la receta doña Sara, entonces, el ponche se hizo popular pero su nombre cayó en la señalada deformación fonética, quedando convertido en lo que conocemos hoy.
No obstante lo interesante de pueda sonar esa última versión, deja muchos vacíos y desajustes con las fechas. Estudiando la coctelería peruana de principios de siglo, además, encontramos que el ponche de café típico de esas tierras era bastante diferente, incluyendo leche condensada pero también huevo entre sus ingredientes en algunas versiones, además de ser “potenciado” con ron, detalles que lo bastante hacen distinto al cola de mono, ni siquiera dando pie seguro para un caso de adaptación.
Otras versiones de la explicada teoría proponían que fue una empleada o cocinera del presidente Montt la que había aprendido la receta estando en Europa y que se la habría enseñado al mandatario, pero tampoco hay pruebas duras para avalar esta este planteamiento. En muchas de estas creencias relacionadas con el mismo mandatario para el origen del ponche, como hemos visto, también se completa la historia con el remate narrativo de que, como el bajo pueblo desconocía la historia original que le dio el nombre de Colt de Montt (cualquiera haya sido esta), esas clases más modestas comenzaron a llamarlo en sus jaranas y remoliendas por su actual nombre.
No son las únicas teorías involucrando a Montt en el origen del cola de mono, sin embargo. El "Boletín de la Asociación Tucumana de Folklore", en 1950, recoge la proposición de que el trago "nació en Chile sin nombre, como un café con leche mezclado con aguardiente; pero por aquella época se originó la campaña presidencial" que la que Riesco ganó las elecciones a Montt "cuyo rostro era, de moreno color" tal como aquella bebida. De ahí la comparación, entonces: con un mono. La asociación al cola de mono se puede observar en revistas de sátira política del cambio de siglo, además.
Los antecedentes confirman que a Montt lo apodaban desde antes, entre amigos y enemigos, como el Mono, aludiendo -entre otras cosas- a sus rasgos y a su señalada tez más bien morena, por lo que el trago estaría relacionado al concepto simiesco desde que fue bautizado por primera vez en la fiesta de doña Filomena, en su viaje por América o cualquier otra versión tomada de los mitos que lo involucran… Imposible verificarlo, a estas alturas.
Empero, cuando se comparan los relatos con la cronología histórica, comienzan a saltar las chispas. Aunque leyendas como las descritas sitúan al cola de mono nacido durante su presidencia o la campaña a la misma, el registro verifica que ya existía antes de que Montt ocupara este cargo. Una de las pocas teorías que se ajustan a esto es la del final de la acalorada disputa presidencial de 1901, entre él y Riesco: al salir vencedor este último por la holgada paliza del 69% de los votos, sus partidarios de la Alianza Liberal fueron a reunirse para celebrar en el local del comando, en dependencias de una fábrica de helados de calle San Pablo, según parece. Allí, improvisando algo para el festejo, el dueño del taller habría servido un trago para los alegres vencedores, mezclando aguardiente con helados derretidos de leche y café.
Triunfalistas y ostentando con arrogancia la victoria electoral sobre la Coalición, los partidarios de Riesco bautizaron al flamante ponche como la Cola de Montt, para brindar con él burlándose de su derrota y de haber salido "con la cola entre las piernas". De ahí pasó a ser el cola de mono, entonces. Algo así es lo que describió también Fernando Campos Harriet en "Leyendas y tradiciones penquistas" como origen del ponche y de su nombre: "Los triunfadores cantaron victoria bebiendo aquella mezcla de café, leche y aguardiente, que llamaron 'cola de Montt'", quedando convertida después en cola de mono.
Una versión de escasa o casi nula divulgación señalaba oralmente, también, que los reunidos en la ocasión habrían sido del mismo comando coalicionista de Montt, brindando con el nuevo ponche apenados por su “cola” tras el avasallador resultado electoral de las primeras elecciones presidenciales del siglo XX. También procede del hecho de que el término cola se use en Chile para representar la vergüenza o la derrota, es de suponer que aludiendo a la posición que asumen los perros vencidos en peleas o amenazados.
Todas aquellas teorías relacionadas con el momento de la derrota de Montt o su posterior mandato presidencial son completamente descartables, sin embargo. Como refutación esencial, además de pistas dadas por la fecha de publicación del diccionario de Román, cabe indicar que el periódico santiaguino de sátira política “El Fígaro” ya mencionaba al cola de mono en su edición del lunes 25 de diciembre de 1899. Allí publicaba los siguientes versos de humor político firmados por un tal Caramelo:
Y en aquella parranda
de patequincha,
don Eduardo Mac-Clure
ya se hace huincha.
Mientras don Federico
se cuadra él solo
Con un rico potrillo
de colemono.
Posteriormente, el jueves 15 de febrero de 1900, un redactor que firma como Cazador vuelve al referirse en sus versos al ponche en "El Fígaro", esta vez en una sátira titulada “El último programa”. Como en otras veces, lo hace atacando a Montt:
Dar banquetes suculentos
al pobre, sin distinción
de días en la semana
ni tampoco de estación.
Y todas las noches juegas
con harpaguitarra al son,
con la baya de Aconcagua
y también con colemón.
Finalmente, la portada del mismo medio en su edición del jueves 3 de enero de 1901, anticipando ya entonces su derrota electoral, caricaturizaba a Montt con una larga cola y bebiendo una caña de cola de mono, con un gran botellón del mismo producto al lado. Al pie de la imagen se lee: “El día de la elección don Pedro Montt va a tomar una gran borrachera del popular Cola de mono”. Si bien se asocia allí el trago a su inminente derrota y "cola", como señala el folclore oral, confirma que el mismo ya era conocido y con ese nombre desde antes de las elecciones de junio de ese año.
Cabe señalar que la misma revista satírica continuó asociando a Montt con el cola de mono en su edición del lunes 4 de febrero, explotando ahora el apodo Pedro Mono y Mono Negro dado por sus detractores, además de recuperar otra pista sobre la posible relación con el Anís del Mono:
El ilustre candidato
Pedro Anís Cola de Mono
va a dar gran desentono
a costillas del país.
Es muy posible, entonces, que las aventuras electorales de Montt y las bromas que lo asociaron al ponche terminaran incentivando la mención del ponche típico en medios impresos a inicios del siglo, germen de las teorías que vincularán con él su origen. Empero, nos parece que todo indica que esta bebida y su nombre eran conocidos desde antes de aquella primera y frustrada aventura como presidenciable y menos durante su posterior mandato, considerando que el mismo concepto fue usado en su contra desde fines del siglo XIX cuanto menos.
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