Teorías alternativas sobre el cola de mono
Cola de Mono en el Chez Henry del Portal Fernández Concha, en aviso publicado por "La Nación" del 21 de diciembre de 1967.
Después de haber expuesto las principales versiones sobre el origen y el nombre del ponche navideño nacional cola de mono en la entrada anterior de este sitio, tenemos a la vista un par de teorías diferentes a las más descritas sobre su posible raíz y el mismo asunto del tema nominal, sin embargo. En todos los casos se alejan de leyendas más conocidas y repetidas sobre cualquier clase de nexo de la bebida navideña con el presidente Pedro Montt, que a veces suenan sumamente forzadas o rebuscadas aunque innegablemente ingeniosas, en casi la totalidad de los casos carentes de pruebas duras que la sustenten de manera categórica y auténtica. Lamentablemente, las teorías anexas tampoco pueden ofrecer mucho sustento más que el derivativo.
El primero de estos "apartados" teóricos -y menos demostrable, quizá- es nuestra impresión de que el nombre se asocia a un género de varios tónicos y bebidas que estaban de moda entre fines del siglo XIX y principios del XX, las que solían ofrecer también propiedades reconfortantes y saludables como sucedía con muchos otros productos de su tiempo, a veces incluso con el vino. Se las llamaba kolas y colas en el comercio y la publicidad, en los que parecen ser los orígenes también de las actuales bebidas colas o negras. De hecho, la famosa cervecería Ebner, con sus enormes cuarteles en avenida Independencia y hoy convertidos en centro comercial, produjo una popular versión de estos refrescos llamada Kola Champagne.
Puede ser, entonces, que la denominación del ponche cola de mono provenga de alguna clase de asociación con tal categoría de brebajes colas, pero en una versión más artesanal... Y también más "cabezona", como se llama desde antaño a los brebajes cargados de alcohol entre los criollos, incluido el ponche de culén y el de leche que se servía en cantidades durante la feria de Nochebuena en la Alameda de las Delicias de Santiago, y que podría ser parte del origen del cola de mono, además. En consecuencial la denominación popular que se impuso a la bebida marrón y deleitosa puede equivaler a algo parecido al apodo de creaciones más modernas que aluden a un producto principal referente, como el Bayleis de los pobres (pantera rosa o Juan rosado, vino tinto con leche condensada) y el Manhattan o Martini chileno (el popular pichuncho), como suerte de versiones "alternativas" del pueblo.
Con relación a lo anterior, cabe observar que existió también en el mercado nacional un vino-tónico vendido en en boticas, droguerías y pulperías que ostentaba el nombre de Kola Monavón, de los Laboratoires Reunis de Sainte-Foy-lès-Lyon, Francia: hasta ofrece una relación fonética sospechosamente parecida a la denominación tomada por el cola de mono, aunque esto no nos basta para especular de alguna relación. Con cierta popularidad por alrededor de 20 años o más en el mercado chileno, en calugas publicitarias del periódico radical “La Ley” (“La Lei”) de 1897, el mis producto ostentaba sus varios premios y se definía como “el elíxir, el vino o la Kola granulada Monavón”, dotado de “poderosos regeneradores, quintuplicando las fuerzas, digestión”.
Como toda bebida milagrosa en una sociedad aún no suficientemente científica, además, Kola Monavón aseguraba que podía combatir “neurastenia, abatimiento moral o físico, anemia, flaqueza, convalecencia, atonía general, fiebre de los países cálidos, diarrea crónica, afecciones del corazón”. Sus depósitos en Santiago eran de la firma D. Mourgues-Daube y Ca. “y en todas las farmacias”. Propaganda posterior de la revista “Zig-Zag” lo ofrecía en 1913 como “Elíxir de granulado de vino”, definiéndose como un “tónico general reconstituyente”.
Dos avisos del producto reconstituyente llamado Kola Monavón: el superior es de 1897, publicado en el diario "La Ley" de Santiago; el inferior es de 1913, publicado en la revista "Zig-Zag".
La famosa Cervecería Ebner de Independencia también producía su propia bebida "kola", como se verifica en este aviso de "La Lira Chilena" publicado en 1904. La suya era la "Kola Champagne".
Palace Hotel de Alameda cerca de la Estación Central, promocionando sus colas de mono y su Orquesta de Señoritas, en diciembre de 1930.
Pastelería y Café O'Higgins, lugar de reunión de los asistentes al Teatro O'Higgins en calle San Pablo, en publicidad de diciembre de 1938. El cola de mono aparece como su primer producto a la venta
A pesar de la falta de evidencia, no resultaría tan descabellado suponer que, por corrupción fonética y por una asociación burlona hacia la Kola Monavón o las primeras bebidas "kolas" en general, otro elíxir con sus propias promesas de bienestar y alegría haya terminado llamándose colemono y cola de mono. Empero, debemos insistir en que no tenemos ni de cerca pruebas concluyentes de esto, o de cuán conocido pudo llegar a ser el producto farmacéutico como para ser el inspirador.
Nuestra segunda propuesta también encuentra una relación en conceptos homófonos, en los que el cola de mono tampoco se refiere a alguna cola como órgano, ni a ningún mono en la forma que hoy los interpretamos. Creemos que podría aludir, en realidad, a la cola de carpintería o cola fuerte, material de intenso uso y conocimiento en otra época y que se hacía con materias animales, recibiendo por esta razón nombres como cola de conejo, de pellejos, de patas, de huesos, de pezuña, de pez, etc. Como se recordará, las colas eran preparadas en ollas, calentándolas a fuego y revolviendo; por esto, su actual reemplazo popular es el producto industrial llamado cola fría.
Esa forma de disponer la cola carpintera, además de su color tendiente al marrón claro, textura y cierta opacidad parecidas al producto coctelero, podrían haber inspirado en parte al nombre dado al cola de mono, conjeturamos. Y quizá hasta era a ese color que se refería el lingüista Manuel Antonio Román en su "Diccionario de chilenismos" de 1901, al compararlo con el de la bebida: "Llama aquí el pueblo, sin duda por el color que toma, una bebida compuesta de aguardiente, café y leche". En tal caso, no sería por el color del pelaje de un simio, como se ha interpretado hasta hoy.
Sobre la evocación al mismo antropoide y apartándonos de teorías como la de las botellas con etiqueta de Anís del Mono que se habrían usado antaño para embotellar al producto, se hace preciso comentar que una vieja acepción española de la palabra mono la relacionaba también con la ansiedad o síndrome de abstinencia, además de señalar directamente a la embriaguez. De ahí puede provenir el dicho nacional “andar con la mona” señalando la intemperancia alcohólica: cufifo, penqueado o copeteado. La mona de la ebriedad, a su vez, tendría alguna posible relación original con “darle los monos” o “andar con los monos” para referirse a alguien que está ofuscado, gruñón o con ganas de pelear, como son los ebrios jugosos, justamente (ver un artículo titulado "Andar con los monos" del bohemio escritor Teófilo Cid, en el diario "La Nación", domingo 11 de julio de 1954).
Tomando en cuenta la descrita posibilidad e interpretando también cómo se podría haber combinado la nomenclatura popular en la segunda mitad siglo XIX e inicios del siguiente, suponemos que el nombre del cola de mono llegaría a señalar hipotéticamente y de manera general a la misma bebida. En otras palabras, se ganó tal nombre por tratarse de una receta casera ingeniosa y creativa para el que desea un trago: una cola (preparación a fuego) para el mono (el sediento) o para conseguir la mona (borrachera).
El entonces famoso restaurante Atenas de Bascuñán Guerrero con Alameda, asegurando tener "el mejor cola de mono de Chile". Los establecimientos alrededor de la Estación Central parecen haber sido especialmente importantes en el comercio del producto. Publicidad de 1944.
Clientes bebiendo cola de mono en el Chez Henry, en imagen publicada por "La Nación" en diciembre de 1971.
Algunos locales históricos del clásico Portal Fernández Concha parecen haber tenido gran importancia en la difusión y popularización del cola de mono.
Cola de mono en las pizarras y las mesas del bar Unión Chica, calle Nueva York justo enfrente del Club de la Unión.
Cola de mono en su presentación más "gourmet". Fuente imagen: blogparis.cl.
Para todos los casos posibles o imposibles de ofrecer como explicación, es un hecho que el tiempo dio al cola de mono una temporada de primavera y verano como preferencia en el consumo popular, conquistando especialmente la Navidad y el Año Nuevo, aunque en puertos como Valparaíso y San Antonio seguiría siendo bebido por largo tiempo también como un trago propio de las fiestas dieciocheras. Su fuerte sensación refrescante, además de la doble estimulación de cafeína y alcohol, claramente lo hacen más apropiado para las calurosas semanas en los albores del verano meridional. El que requiera de ingredientes calóricos no nos parece que determine su origen como un ponche propio del invierno del hemisferio norte que se haya adoptado y transformado en Chile, además: ya dijimos que la leche caliente, azucarada y con algo de aguardiente también era cosa común en las celebraciones de la Navidad y el Año Nuevo en el pasado.
Ya en décadas posteriores del siglo XX, algunos famosos bares y restaurantes de Santiago fomentaron el consumo del cola de mono y preservaron la tradición originaria, como los desaparecidos Gringo Pepe de Barrio Yungay, o los céntricos Chez Henry de la Plaza de Armas y City Bar a metros de aquel en calle Compañía. En Estación Central y alrededores fueron muy requeridos los colas de mono en el Casino del Portal Edwards, el Palace Hotel de Alameda con San Alfonso y el restaurante Atenas de calle Bascuñán Guerrero. La lista es interminable y siguen apareciendo más y más boliches, restaurantes u hoteles de diferentes rangos sociales que lo ofertan en la revisión de la prensa antigua, especialmente durante el período de fin de año.
En todos los casos de ventas del producto dentro de las ciudades grandes, cada uno expendio aseguraba estar envasando o comerciando "el mejor" cola de mono del mercado, un cliché que llegó a ser característico de esta oferta, curiosamente. Lo propio pasaba en casos como el restaurante Parisien de avenida Manuel Antonio Matta 1131 en la capital, el que además era una conocida pensión, asegurando de manera rotunda en 1917 que sus colas de monos también eran "los mejores"; y la pastelería La Lira de Nataniel 41, muy popular en los años treinta. Los del Café Torres llegaron a ser tan cotizados, en Alameda llegando a esquina Dieciocho, que cierta creencia hasta adjudica su creación al famoso club y todavía se difunde esa teoría como posibilidad.
De entre los más célebres y cotizados ponches de leche, café y especias, sin embargo, destacó el del famoso centro culinario La Bahía de los hermanos Tort, en calle Monjitas a metros de la Plaza de Armas. No ha faltado tampoco quien lo creía su creación, cosa no avalada por las fechas. Su receta fue el secreto mejor guardado por la administración e intentó ser adivinado por largo tiempo, hasta cuando iba a cerrar sus puertas y se anunció la revelación en agosto de 1963. Según autores como Hernán Millas, en aquella ocasión el veterano barman Gerardo Ruiz Rivera se dirigió a los presentes poniendo fin al misterio: la preparación debía incluir nuez moscada, vainilla y… cáscaras de limón. Simple pero inmenso enigma que al fin estaba resuelto con la propia desaparición del querido establecimiento, del que sólo queda el recuerdo en el nombre de la galería comercial que se construyó en calle Monjitas, donde antes estaba su histórico edificio con comedores y pista de baile.
Hoy, en cambio, es famoso el cola de mono del Ciro’s Bar de calle Bandera, La Unión Chica de calle Nueva York y el Nuria del Portal Fernández Concha, aunque no tenemos noticias de que se le haya adjudicado alguna vez la posible creación o nombre. El del Bar Nacional que existía hasta hace poco en el sector de Huérfanos con Bandera, en tanto, también tuvo fama comercial de ser “el mejor” de Santiago, con clientes haciendo fila en la que fue su primera casa histórica, en la entrada sur de la Galería Pacífico. En reinos más populares había destacado también la cantina El Quinto Patio de calle Gandarillas, junto a los mercados de La Vega, local que vendió desde mediados de siglo una receta propia y secreta muy cotizada en el barrio, antes de cerrar sus puertas en septiembre de 2022… Todos ellos, por supuesto, han sido los herederos de la tan mágica y muy mona tradición coctelera, aunque persistan eventuales confusiones sobre el origen de la receta base y sus variaciones en el comercio.
Aunque no se debe esperar que a todo visitante extranjero le apasione probar la bebida bandera de Chile en sus Navidades y Años Nuevos, de la misma manera que sucede con otros tragos populares como el terremoto o los vinos con frutas (debe entenderse que hay mucho de gustos adquiridos en esto), para muchos resulta destacable el que la guía internacional de comidas y recetas Taste Atlas haya distinguido al cola de mono como “el mejor cocktail de 2023”. La bebida se sumó, así, a otras conquistas chilenas de tiempos recientes en la misma guía, con reconocimientos en primeros lugares del mundo para el chancho en piedra, el pastel de choclo, la marraqueta y el ají merquén, como mejores salsa, guiso, pan y aliño respectivamente.
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